Esto incluye tanto los objetos como las entidades presentes en el mundo
físico, incluido el mundo mismo, que se puede observar y experimentar en el
ámbito del espacio. Como seres humanos, es importante reconocer que no somos
simplemente seres físicos, sino entidades complejas que consisten tanto en un
cuerpo físico como en una mente no física. Este concepto del yo, a menudo
referido como “yo”, es esencialmente una mente que está intrincadamente
conectada con un cuerpo físico. No obstante, es importante comprender que, a
pesar de su conexión, la mente y el cuerpo son fundamentalmente distintos entre
sí. Esta interacción se hace evidente de varias maneras. Por ejemplo, los estados
físicos de nuestros órganos de los sentidos, como los ojos, los oídos, la nariz y la
piel, son fundamentales en la configuración de nuestras experiencias mentales.
Las imágenes visuales que percibimos, las sensaciones táctiles que
sentimos y los olores que encontramos están todos influenciados por el
funcionamiento físico de nuestros órganos sensoriales, y estas experiencias luego
son procesadas e interpretadas por la mente. Dentro de esta intrincada relación, la
mente encuentra su morada dentro del cuerpo físico que poseemos. Es una entidad
no física que de alguna manera existe dentro de los confines del ser físico. Con
todo, a pesar de su naturaleza intangible, la mente tiene un profundo impacto en el
cuerpo y viceversa. Están comprometidos en una interacción continua y
sistemática. Por el contrario, los deseos, pensamientos e intenciones que surgen
dentro de la mente no física también pueden influir significativamente en el
comportamiento y las acciones del cuerpo físico.
La mente tiene el poder de hacer que el cuerpo se comporte de maneras
específicas, lleve a cabo ciertas acciones y responda a estímulos externos, es decir
como seres humanos, no estamos definidos únicamente por nuestra existencia
física, somos seres intrincados compuestos de un cuerpo físico y una mente no
física, si bien estos dos aspectos de nuestro ser son inseparables, siguen siendo
fundamentalmente diferentes. La mente reside dentro del cuerpo, y su interacción
continua da forma a nuestras experiencias, comportamientos y existencia en
general. La conexión entre la mente y el cuerpo, según Descartes, puede
entenderse a través del concepto de “Espíritus animales”, una sustancia material
sutil. Descartes creía que hay dos sustancias distintas, pero el aspecto mental tiene
mayor importancia porque es lo que podemos experimentar y comprender
directamente a través de la introspección, lo que confirma su naturaleza no física,
por el contrario, el conocimiento del cuerpo físico, su existencia y sus atributos se
adquiere indirectamente a través de la inferencia basada en los contenidos de la
propia mente.