UN FILOSOFAR A LA ALTURA DEL
HOMBRE: UN ENFOQUE DE LEOPOLDO
ZEA
EDITORIIAL MAR CARIBE
DEPÓSITO LEGAL N°: 202302906
IMAGEN DE LEOPOLDO ZEA
Walter Arturo Quispe Cutipa - Arturo Jaime Mendoza Ramírez - Orison
Valera Dávila - Julio Macedo Figueroa - Juan Luis Pérez Marín - Luis Soto
Soto
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Un filosofar a la altura del hombre: Un enfoque de Leopoldo Zea
Walter Arturo Quispe Cutipa, Arturo Jaime Mendoza Ramírez, Orison Valera Dávila, Julio Ma-
cedo Figueroa, Juan Luis Pérez Marín, Luis Soto Soto
Adaptado por: Juan Carlos Lázaro Guillermo
Compilador: Juan Carlos Lázaro Guillermo
© Walter Arturo Quispe Cutipa, Arturo Jaime Mendoza Ramírez, Orison Valera Dávila, Julio Mace-
do Figueroa, Juan Luis Pérez Marín, Luis Soto Soto, 2023
Jefe de arte: Yelitza Sánchez
Diseño de cubierta: Ysaelen Odor
Editado por: Editorial Mar Caribe de Josefrank Pernalete Lugo
Jr. Leoncio Prado, 1355 – Magdalena del Mar, Lima-Perú
RUC: 15605646601
Libro electrónico disponible en http://editorialmarcaribe.es/?page_id=1256
Primera edición – abril 2023
Formato: electrónico
Aval académico: Centro de Estudios Filosóficos “Adolfo García Díaz”. Facultad de Humanidades
y Educación, Universidad del Zulia. Apartado 526 Maracaibo 4011, Estado Zulia - Venezuela
Sustento de investigación: Proyecto de investigación inscrito y registrado en el Centro de Estudios
Filosóficos “Adolfo García Díaz” bajo el número de registro CEF-012-2021
ISBN: 978-612-49240-8-8
Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N°: 202302906
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Un filosofar a la altura del hombre: Un
enfoque de Leopoldo Zea
Walter Arturo Quispe Cutipa, Arturo Jaime Mendoza Ramírez, Orison
Valera Dávila, Julio Macedo Figueroa, Juan Luis Pérez Marín, Luis Soto
Soto
2023
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Índice
Introducción .................................................................................................................................... 4
Capítulo 1 ...................................................................................................................................... 12
Filosofía integracionista ................................................................................................................. 12
Filosofía en Latinoamérica ........................................................................................................ 12
Humanismo concreto y plural: expresión de libertad ................................................................ 18
Identidad: base de la integración ............................................................................................... 23
Integración: base de la identidad ............................................................................................... 28
Capítulo 2 ...................................................................................................................................... 32
Zea y el bolivarianismo .................................................................................................................. 32
Ideales independentista de Simón Bolívar................................................................................. 32
Zea y el sueño de Bolívar .......................................................................................................... 37
Capítulo 3 ...................................................................................................................................... 41
Pensamiento de Bolívar en filosofía de Leopoldo Zea................................................................... 41
Historia y filosofía ..................................................................................................................... 41
Bolívar: El Libertador ................................................................................................................ 44
Identidad .................................................................................................................................... 45
Dependencia .............................................................................................................................. 46
Libertad ...................................................................................................................................... 47
Integración ................................................................................................................................. 48
Capítulo 4 ...................................................................................................................................... 50
El pensamiento de Leopoldo Zea ................................................................................................... 50
Capítulo 5 ...................................................................................................................................... 56
Leopoldo Zea en “Cuadernos Americanos” ............................................................................... 56
Capítulo 6 ...................................................................................................................................... 62
Leopoldo Zea en los estudios latinoamericanos ......................................................................... 62
El filósofo latinoamericanista .................................................................................................... 62
Zea y el pensamiento filosófico Latinoamericano ..................................................................... 63
Accionar político y académico de Zea ...................................................................................... 64
Plan de estudios: la geografía en los estudios latinoamericanos ............................................... 69
Contexto económico y político ................................................................................... 69
Capítulo 7 ...................................................................................................................................... 72
Filosofía de la cultura ................................................................................................................... 72
Papeles sociales ........................................................................................................... 75
Extensión cultural ....................................................................................................... 77
Pluralidad cultural ....................................................................................................... 78
Mestizaje cultural ........................................................................................................ 79
Multiculturalidad ........................................................................................................ 80
Bibliografía ................................................................................................................................... 82
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Introducción
Leopoldo Zea Aguilar nació en la Ciudad de México el 30 de junio de 1912. Cursó sus estudios en
las instituciones educativas de la capital del país, abarcado desde la escuela primaria hasta el
doctorado. La educación familiar estuvo a cargo de su abuela Micaela Aguilar. Logró recibir su
educación primaria gracias a una beca en el colegio de los hermanos La Salle.
En su adolescencia participó en la campaña presidencial de JoVasconcelos en 1929, colaborando
con otros jóvenes visionarios que luego conoció y con los que interactuó, como el caso de Adolfo
López Mateos. Trabajó desde temprana edad para cubrir los gastos del hogar; y en 1933 consiguió
trabajo como mensajero de “Telégrafos Nacionales”, por lo que pudo matricularse en un
bachillerato nocturno solo a partir de los 21 años y luego en la preparatoria nacional. Y es en 1936,
cuando logró cambiar su horario laboral, que consigue ingresar a la Facultad de Derecho de la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en el turno matutino y en la Facultad de
Filosofía y Letras en el turno vespertino.
Al lograr su grado en filosofía, se inscribió, primero en la maestría de filosofía de la Facultad de
Filosofía y Letras de la UNAM y posteriormente en el doctorado de filosofía en la misma
institución, entre los años 1942 y 1943. Fue becario durante cuatro años de El Colegio de México,
y se dedicó a preparar sus tesis de maestría y de doctorado, ambas bajo la tutoría de José Gaos.
Obteniendo 1943, con el trabajo “El positivismo en México”, el título de maestro en filosofía con
la distinción Magna Cum Laude, y en 1944 logró el grado de doctor en filosofía con la tesis
“Apogeo y decadencia del positivismo en México”, con la distinción Summa Cum Laude.
Leopoldo Zea trabaja como docente, investigador, difusor, funcionario e inspirador de empresas
culturales. Su labor como docente, inicia en abril de 1942 cuando sustituye a Samuel Ramos en el
curso de Introducción a la Filosofía de la Escuela Nacional Preparatoria; en los años 1943 y 1944
imparte cátedra de Ética en la Escuela Normal de Maestros; en 1944 dicta un curso de Introducción
a la Filosofía en El Colegio de México; en 1947 funda el Seminario de Historia de las Ideas en
América, que en el año 1966 lo transforma en Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) y un
año después inspira la creación de la Licenciatura, la Maestría y el Doctorado en Estudios
Latinoamericanos.
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Su visión latinoamericanista consistía en crear planes únicos y sui generis en México y el resto de
América Latina y el Caribe, como los casos de esa licenciatura y dichos posgrado con carácter
interdisciplinarios. E impartía otros muchos cursos de filosofía y pensamiento latinoamericano en
licenciatura a nivel posgrado y además participa en la promoción de estudios latinoamericanos en
otros planes docentes e investigativos en México y en el extranjero.
Su labor en el ámbito de la investigación inicia en El Colegio de México, cuando se desempeña
como investigador entre los años 1947-1953 manteniendo una línea de trabajo sobre la filosofía, el
pensamiento y las ideas en América. Con el tiempo se establece en la UNAM donde es designado
investigador de tiempo completo en el Centro de Estudio Filosóficos en 1954 hasta 1965, aunque
lo interrumpe su cargo de investigador durante el período 1960-1965 por desempeñar una comisión
en la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE).
Al regresar a la UNAM, pero ahora como docente de carrera en la Facultad de Filosofía y Letras
en 1966, no obstante cumplir encomiendas directivas, continua desarrollando labores
investigativas, que sirven para que en 1984 se le nombre Investigador Nivel III del Sistema
Nacional de Investigadores y en 1994 se le distingue con la Cátedra Patrimonial de Excelencia
Nivel 1 por el CONACYT.
En el campo de la administración académica y pública, logra ocupar diversas posiciones. Entre
1948 y 1953 se desempeña como Secretario de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. De
1959 a 1961 funge como Director del Instituto de Investigaciones Políticas, Económicas y Sociales
del Partido Revolucionario Institucional; de 1960 a 1966 se desempeña en el cargo de Director
General de Relaciones Culturales de la SRE con el carácter de Enviado Extraordinario y Ministro
Plenipotenciario.
Durante los años 1966-1970 se desempeña como director de la Facultad de Filosofía y Letras de la
UNAM; entre los años de 1970 y 1972 colabora como Director General de Difusión Cultural de la
UNAM durante el rectorado de Pablo González Casanova; en 1979 se le designa Coordinador
Interino del Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos (CCYDEL), y se
desempeña como su Director de 1982 a 1994. Entre 1994 y 2004 es el responsable del Programa
Universitario de Estudios Latinoamericanos de la UNAM.
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Como difusor de la cultural Leopoldo Zea es catalogado como continuador de la larga tradición de
divulgadores del saber en México, juntamente con intelectuales de la talla de José Antonio Alzate
y Ramírez en el siglo XVIII, Ignacio Manuel Altamirano en el siglo XIX y José Vasconcelos en la
primera mitad del siglo XX, y acompaña a sus contemporáneos Fernando Benítez y Octavio Paz.
Sus acciones de promoción cultural las cultiva desde la UNAM, principalmente, con el propósito
de despertar e incentivar el interés por el conocimiento de Latinoamérica, de tal forma modo que
sus responsabilidades le permiten mostrar sus amplios esfuerzos en ese sentido. Desempeña las
funciones siguientes:
Preside el Comité de Historia de las Ideas en América de la Comisión Nacional de Historia,
del Instituto Panamericano de Geografía e Historia (1947);
Es Vicepresidente de la Sociedad Iberoamericana de Filosofía (1960);
Preside la Asociación Filosófica de México (1968, 1983-1985);
Es Director Ejecutivo del Consejo Nacional de Difusión Cultural (1971);
Preside la Segunda Conferencia Latinoamericana de Difusión Cultural y Extensión
Universitaria (1972);
Funda el Centro de Estudios Latinoamericanos “Rómulo Gallegos” de Caracas, Venezuela
(1974);
Coordina la Federación Internacional de Estudios sobre América Latina y del Caribe
(FIEALC, 1978-2004);
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Coordina la Sociedad Latinoamericana sobre América Latina y el Caribe (SOLAR, 1978-
2004);
Preside la Sociedad Interamericana de Filosofía (1985).
En relación a sus actividades como promotor de eventos académicos, es relevante:
participación en el II Congreso Interamericano de Filosofía (Nueva York, 1947);
es organizador del III Congreso Interamericano de Filosofía en la ciudad de México (1950);
integra el Comité Organizador del XIII Congreso Internacional de Filosofía en la ciudad de
México (1963);
participa en la organización del I Encuentro Siglo XX sobre la América Latina en
Cuernavaca (1965);
organiza el Coloquio sobre Filosofía e Independencia dentro del XXX Congreso
Internacional de Ciencias Humanas en Asia y África del Norte, con patrocinio por la
UNESCO en la ciudad de México (1976);
Es inspirador y colaborador en la organización del I, II y III Simposios para la Coordinación
y Difusión de los Estudios Latinoamericanos, respectivamente, en México (1978), Caracas
(1980) y Río de Janeiro (1982);
organiza el XI Congreso Interamericano de Filosofía, en Guadalajara (1985).
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Funge como colaborador en los once Congresos de la FIEALC con sede en Brasil, Chile, España,
Francia, Israel, Japón, Polonia, Rusia, Taiwán y Venezuela y de ocho Congresos de SOLAR
realizados en Argentina, Brasil, Chile, xico, Nicaragua y Trinidad y Tobago; así como de tres
Congresos Internacionales de Filosofía y Cultura del Caribe en Colombia, México y Argentina.
Al referirnos a la conceptualización filosófica de Leopoldo Zea, se debe señalar que para él el
ejercicio de la filosofía constituyó una actividad comprometida, por considerarla un saber útil,
orientador y esclarecedor de la realidad que atiende los problemas existentes, puesto que ubica a
la filosofía dentro de las propias circunstancias con el propósito de buscar soluciones convincentes.
Establece una clara diferenciación entre la problemática que le es propia y el instrumental para
operar: sobre el primer caso la filosofía la conceptualizó como una verdad histórica circunstancial,
y al hacer referencia al segundo punto esbozó su concreción como expresión de la racionalidad.
Esta conceptualización le permite justificar el ejercicio de la filosofía a partir y desde el contexto
latinoamericano como una manifestación auténtica, iluminadora y racionalizadora de la realidad
de la región, contribuyendo a su universalización en tanto existiera la capacidad de ser comunicada
por unos y comprendida por otros. Siendo un quehacer que desplegó como en forma de diálogo
con las circunstancias; tratando de resolver los problemas que éstas plantean.
De esta manera la actividad filosófica de por Leopoldo Zea muestra las ltiples singularidades
de todo quehacer filosófico, puesto que la entiende como un saber reflexivo y problematizador. Ese
es el propósito que identifica a la filosofía al suscribir: “La historia de la filosofía... es... la historia
de un aspecto de la cultura... que muestra la aventura del hombre en el permanente preguntar...”.
Así ubica a la filosofía como una parte de la cultura, aunque con la función específica de catalizar
las interrogantes e inquietudes s genuinas del hombre. Esta concepción problematizadora la
complementa con la valoración de que la filosofía es también conocimiento que contribuye a la
solución de distintas cuestiones intelectivas para beneficio de la humanidad.
Esta posición no desmerita en ningún caso el carácter universal que le reconoce a la práctica
filosófica, en cambio le permite precisar que esa universalidad únicamente se proyecta desde la
realidad concreta que la hace posible pues su función está en pensar el mundo y reflexionar sobre
las creaciones e inquietudes humanas partiendo de la historia, el tiempo o la circunstancia de quien
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la hace o la vive. A partir de esta perspectiva, para Leopoldo Zea “... no hay una filosofía universal...
sino filosofías concretas que se universalizan a medida que son comprendidas por otros y
comprende a estos otros”.
Debido a que el meollo del quehacer filosófico lo constituye la búsqueda de la comprensión,
Leopoldo Zea lleva su conceptualización s allá de su origen etimológico y de su función
histórica, destacando tanto los ámbitos gnoseológicos como su vocación social. En consecuencia,
la filosofía para Leopoldo Zea es reflexión disciplinada, es rigurosa, sobre cualquier manifestación
de la realidad experimentada, emerge de circunstancias históricas específicas, por lo tanto, se
encuentra comprometida con su tiempo. De aquí resulta su apreciación de que la filosofía es una
actividad intelectual necesaria, debido a que es benéfica y útil al hombre, al tener como razón de
su existencia la problematización de los asuntos más ingentes y brindar soluciones comprometidas
con las exigencias de su tiempo y circunstancia.
De esta concepción de la filosofía como interpretación y comprensión de la realidad que
experimenta el filósofo, se desprende la asunción de su práctica filosófica con profundo sentir
latinoamericanista, motivo por el cual pueden identificarse los rasgos del quehacer filosófico
desarrollado a lo largo de su vida y que sus estudiosos denominan como filosofía americana,
filosofía latinoamericana, filosofía latinoamericanista, filosofía de la liberación latinoamericana,
etc.
La forma original con la que sustentó la existencia de la filosofía en América Latina radica en fijar
su presencia en el pasado, que no significa, excluir la experiencia de la filosofía occidental, todo lo
contrario, es tomarla como referencia, al grado de considerar, como lo hace para la explicación de
su historicidad general que: “La filosofía... está siempre presente en la Historia de la Cultura
Americana”, confirmación donde se reconoce que la filosofía no ha estado excluida de nuestras
sociedades, pues al serle connatural le ha fijado horizontes para su desenvolvimiento.
Para demostrar ese y otros propósitos cumplidos por la filosofía se distinguió como quien más para
exhortar a conocer del pasado filosófico latinoamericano, su obra intelectual es prueba de ello. Sólo
basta recordar la manera como traza su propia biografía para confirmarlo, al escribir que fue su
primera ...preocupación por el ser humano y la cultura del mexicano y luego una historia de las
10
ideas en Latinoamérica y la preocupación por la historia de su filosofía, a la que estaba condenado”,
por la influencia directa de su apreciado maestro José Gaos.
Entonces, su filosofía tiene por distinción conocer el pasado para asimilarlo, posición que asume
como referencia para que algunos estudiosos clasificaran su filosofía como historicista, que, si bien
acoge algunas de esas tesis, no se agota en esa concepción, pues existe más rasgos que enriquecen
su praxis filosófica.
La forma original con la que sustentó la existencia de la filosofía en América Latina radica en fijar
su presencia en el pasado, que no significa, excluir la experiencia de la filosofía occidental, todo lo
contrario, es tomarla como referencia, al grado de considerar, como lo hace para la explicación de
su historicidad general que: “La filosofía... está siempre presente en la Historia de la Cultura
Americana”, confirmación donde se reconoce que la filosofía no ha estado excluida de nuestras
sociedades, pues al serle connatural le ha fijado horizontes para su desenvolvimiento.
Para demostrar ese y otros propósitos cumplidos por la filosofía se distinguió como quien más para
exhortar a conocer del pasado filosófico latinoamericano, su obra intelectual es prueba de ello. lo
basta recordar la manera como traza su propia biografía para confirmarlo, al escribir que fue su
primera ...preocupación por el ser humano y la cultura del mexicano y luego una historia de las
ideas en Latinoamérica y la preocupación por la historia de su filosofía, a la que estaba condenado”,
por la influencia directa de su apreciado maestro José Gaos.
Entonces, su filosofía tiene por distinción conocer el pasado para asimilarlo, posición que asume
como referencia para que algunos estudiosos clasificaran su filosofía como historicista, que, si bien
acoge algunas de esas tesis, no se agota en esa concepción, pues existe más rasgos que enriquecen
su praxis filosófica.
La obra maestra de Leopoldo Zea “Filosofar a la altura del hombre” contiene variados materiales
escritos por él en distintas épocas y múltiples respuestas que sus ideas han originado en autores de
muchos lugares, periodos y tendencias de pensamiento, presentadas de una forma original a través
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de un diálogo vivo, crítico y creador que sólo puede aflorar ante la presencia de un pensamiento
auténtico e innovador.
No es simple casualidad que el subtítulo del libro -Discrepar para comprender-. Leopoldo Zea no
duda en incluir dentro del volumen los criterios más divergentes con la línea de sus ideas, incluso
algunos que, por la forma en que se presentan, rebasan ciertas normas éticas elementales de la
confrontación intelectual. El libro comprende un amplio diapasón temporal -cerca de 45 años- de
la obra de Zea, y permite apreciar el desarrollo consecuente de una misma línea de pensamiento
que, aunque sufre las lógicas modificaciones que le imprimen los cambios de las circunstancias
históricas (mucho más en un pensamiento que se autorreconoce dependiente de esas
circunstancias), parece confirmarse y reforzarse con cada acontecimiento del transcurrir de la
historia.
Una muestra elocuente de lo anterior es el artículo "Leopoldo Zea, ¿profeta irritante?", incluido en
la obra. Las ideas discurren en este libro de la más variada forma. Además de los clásicos artículos
y ensayos, se encontramos entrevistas, cartas abiertas, diálogos epistolares, ponencias, discursos,
discusiones científicas, textos editoriales, prefacios y prólogos a libros, comentarios, etcétera, lo
que hace mucho más amena la lectura y evita la frecuente monotonía en la que cae el lector cuando
se enfrasca con un libro de filosofía de cerca de 400 páginas.
En los próximos capítulos de este libro, se presentará el carácter de la filosofía de Leopoldo Zea,
tal como el mismo lo definió, un quehacer filosófico universal, que no confinado a determinaciones
geográficas y temporales. Puesto que, la filosofía y pensamiento no se puede limitar o segmentar
por países o continentes, los problemas y su solución son universales y deben considerarse en
circunstancias amplias, como lo menciona el humanismo.
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Capítulo 1
Filosofía integracionista
Filosofía en Latinoamérica
Entre los pensamiento más relevantes del siglo XX en latinoamericana figura la personalidad
ejemplarizante del mexicano Leopoldo Zea, cuya obra es reconocida no sólo en América Latina,
sino también en Europa, Rusia, Asia y Estados Unidos. Es preciso reconocer que Zea ofrece un
punto de partida valioso para la investigación en el campo del pensamiento latinoamericano.
Los aportes del Maestro mexicano trascienden la cultura de Latinoamérica para ofrecer
herramientas teóricas-metodológicas en los temas de la cultura, la filosofía, la antropología, la
identidad cultural y la integración. En relación al debate sobre la presencia de una cultura y filosofía
latinoamericanas auténticas respondió a escépticos y nihilistas: “¡No revivamos la vieja historia,
aceptando que sólo seremos plenamente hombres, que tendremos una cultura propia y una no
menos auténtica filosofía, cuando nos asemejemos, una vez más, al hombre occidental en su
desarrollo”! Así responde a las tesis del peruano Augusto Salazar Bondy y a los críticos
latinoamericanos, pues el primero refería que toda la cultura latinoamericana, incluida la filosofía,
es inauténtica y enajenada, mientras los segundos hablaban de que se lograría una filosofía en
América Latina cuando se alcanzase el rigor técnico-filosófico y crítico.
Algunos de estos planteamientos son válidos, sin embargo, es necesario “descolonizar las
conciencias” para luego reconocer la presencia de una cultura y filosofía propias y auténticas.
Cultura y filosofía que expresan, invariablemente, la interrelación de lo universal y lo particular.
A la problemática de las relaciones de la cultura y la filosofía de Latinoamérica con las de Europa
u Occidente, del antagonismo de imitación-creación, autenticidad-inautenticidad, Zea responde
que la
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autenticidad no es afectada por el hecho de que se hayan adoptado algunas ideas,
supuestamente ajenas a la realidad de esta América. Y digo supuestamente —precisó—,
porque la posibilidad misma de la adopción de estas ideas, indica que tienen que ver con tal
realidad, aunque haya sido otro el contexto de su origen. Autenticidad que se expresa,
paradójicamente, en la afirmación de que tal adopción sólo puede originar malas copias de
los modelos adoptados. Malas copias por no repetir, los modelos propuestos ya que, sobre
este propósito de supuesta imitación se ha impuesto, una vez más, la realidad de quien
pretende imitar. Imposición que no puede eludir la realidad, es lo que da, a sus expresiones,
autenticidad.
Lo inauténtico, no radica en el hecho de asumir determinadas corrientes occidentales como la
escolástica, la ilustración, el romanticismo, el positivismo, el liberalismo, el marxismo, el
existencialismo u otras, sino en la capacidad de asimilar crítica y creadoramente aquellas ideas y
teorías surgidas en otros contextos y circunstancias.
Es innegable el hecho de la occidentalización del mundo, se acentúa con la modernidad y con la
actual globalización. El propósito es de adoptar una postura crítica depuradora de las tesis
hegemónicas que tienden a desestimar los valores de culturas y hombres insertos diferentes
realidades y circunstancias, y a la vez, se deben asumir creadoramente aquellas ideas y
concepciones culturales que contribuyen a humanizar al hombre en el presente, o que le proveen
herramientas para llevar a cabo un proceso de desalienación, humanización y libertad.
Asimismo, no se puede negar el aporte de la cultura propia como en el caso particular de la
latinoamericana, puesto que toda cultura implica un hecho de transculturación. Al respecto Zea
insiste en que “una cultura es original, por su origen, por el hombre o pueblo que la expresa” con
un fin humano. Al hace referencia a la dialéctica de lo universal y lo específico señala: “lo universal
como expresión de lo que hace del hombre y sus obras de éste o aquel lugar, de éste o aquel tiempo,
una expresión concreta de lo humano por excelencia, del Hombre sin más. Del Hombre al que es
esencial una diversidad de expresiones entre las que necesariamente se encuentran las del hombre
de esta América”.
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Indudablemente la tradición latinoamericana de un Simón Rodríguez, un Francisco Bilbao, un
Andrés Bello, un José María Torres Caicedo, un Justo Sierra o un José Martí, Leopoldo Zea aprende
que la verdadera universalidad es una universalidad concreta y que, por lo tanto, la auténtica
humanidad es siempre “una humanidad concreta”, en consecuencia, en último término —afirma—
la problemática que la realidad concreta plantea a toda filosofía tendrá que culminar en soluciones
o respuestas que también pueden ser válidas para otras realidades. De allí lo que se conoce como
la llamada universalidad de la filosofía” y la cultura.
Demostrando, además, que también la universalidad se origina del aporte específico o propio que
se hace general y sirve a otros hombres en situaciones específicas. Por eso expresa que “la
capacidad para hacer de lo propio algo universal es válida para otros hombres en situación
semejante a la propia”. Una de las virtudes de Zea es que tempranamente armado del
historicismo orteguiano, tamizado por su maestro José Gaos— sostiene que
los temas abstractos tienen que ser vistos desde la circunstancia propia del hombre
americano. Todo hombre verá de estos temas aquello que más se ajusten a su circunstancia.
Estos temas los visualizará desde el punto de vista que le interesa, y el interés será
determinado por su modo de vida, por su capacidad o incapacidad; en una palabra, por su
circunstancia. En el caso de América, su aporte a la filosofía de dichos temas estará
matizado por la circunstancia americana [...] La Cultura Occidental de la cual somos hijos
y herederos —recalca— necesita de nuevos valores sobre los cuales apoyarse.
Zea aporta a nivel conceptual la conciencia de un humanismo especifico y plural, la presencia de
una universalidad concreta y la concepción de la identidad cultural en la teoría como necesidad
práctica de integración. Debatiendo sobre la concepción misma de la filosofía defiende la
“reivindicación de la filosofía como ciencia estricta, en cuanto se refiere al hombre en todas sus
expresiones”. A pesar de ser discutible si la filosofía es una ciencia, lo indubitable es que una
verdadera filosofía debe abarcar lo humano en todas sus expresiones y manifestaciones.
Contrario a la tendencia dominante, que hizo del hombre occidental el prototipo del homo
universalis por antonomasia, a través del cual se medían los demás hombres en sus manifestaciones
concretas, considerándolos iguales o inferiores, Zea reivindica que la filosofía debe valorar al
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hombre en todas sus expresiones humanas. Aunque, también existe en el pensamiento y la cultura
europea otra propensión, la humanista, en la que representativamente hay que reconocer a
Bartolomé de Las Casas, Antón Anchieta, Michel de Montaigne, Johann Gottfried von Herder,
Alexander von Humboldt. Y en tiempos más recientemente a Arnold Toynbee, Claude Lévi-
Strauss, Jean-Paul Sartre, Michel Foucault, Jacques Derrida, Jürgen Habermas, entre otros muchos.
Zea también reivindica la existencia de la filosofía no sistemática frente al rigor y al
profesionalismo de algunos analíticos en América Latina y Occidente que —en su fe filosófica—
declaran que la filosofía sólo existe en los tratados sistemáticos, y si éstos no existen en la tradición
latinoamericana, entonces no existe tal filosofía. Ante una concepción tan estrecha de la filosofía,
sin tomar en cuenta el porqué y el para qué hacer filosofía dice: “la filosofía no es sólo un pensar
sistemático. La filosofía puede expresar y expresa en múltiples formas que no son sólo las
sistemáticas [...] No es, no puede ser una determinada forma lo que importa, es la búsqueda, aquello
que se quiere lograr, lo que se pretende, por así decirlo, salvar [...] Algo inherente al hombre”.
Sin soslayar la importancia del saber filosófico y el rigor que requiere, a los cultores asépticos del
rigorismo les dice que “no se encuentra reñido el saber hacer bien las cosas con el saber por qué y
para qué se hacen”. En otras palabras, lo importante no es una forma u otra, en realidad lo es el
contenido de una determinada concepción del mundo, lo humano y la cultura. Recordando que en
la propia filosofía europea, la difundida en los tratados universales, figuran Sócrates, Epitecto, san
Agustín, Pascal, Montaigne, Nietzsche y muchos más que hacen filosofía sin atender a los tratados
de los sistemas, puesto que Sócrates dejó su filosofía en los diálogos orales recopilados por sus
discípulos como Platón y Jenofonte, Epitecto en sus máximas, san Agustín en sus Confesiones,
Pascal en pensamientos, Montaigne en los Ensayos, Nietzsche en aforismos como en tiempos
recientes lo ha hecho Cioran.
Por otra parte, Zea puntualiza —como también lo han hecho el argentino Arturo Andrés Roig, el
uruguayo Arturo Ardao, el panameño Ricaurte Soler o el brasileño João Cruz Costa— que “la
historia de nuestras ideas nos ofrece un panorama y un horizonte que no es inferior al que ofrece
la historia de las ideas y filosofías europeas, en realidad es simplemente distinto”. Pero eso sí,
comprometida con “una cultura en la que no tiene por qué estar ajena a la libertad de los individuos
y la soberanía de los pueblos con la justicia social y la convivencia internacional. Siendo esto, una
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cultura en la que el humanismo de sus mejores creadores prevalece sobre el egoísmo que lo
invalida”.
Zea manifiesta de forma convincentemente que “la nueva filosofía justifica las aspiraciones que se
hacían ya expresas en el pensamiento latinoamericano, un pensamiento que los pensadores
latinoamericanos temían llamar filosofía”. Por lo tanto, existe filosofía humanista desde los tiempos
de fray Bartolomé de Las Casas, Vasco de Quiroga, Pedro Clavel, Antonio Vieira, sor Juana Inés
de la Cruz; en ilustrados como Simón Rodríguez, Francisco José de Caldas, Simón Bolívar, José
Cecilio del Valle, José Joaquín da Cunha Azeredo Coutinho, Félix Varela, fray Servando Teresa de
Mier, José de la Luz y Caballero, Mariano Moreno, Andrés Bello; en filósofos románticos como
Francisco Bilbao, Juan Montalvo, José María Torres Caicedo, José María Samper o Juan Bautista
Alberdi; en positivistas como Enrique José Varona, Gabino Barreda, Justo Sierra o José Ingenieros,
así como también en defensores del modernismo como José Martí, JoEnrique Rodó o Rufino
Blanco Fombona, por sólo citar algunos nombres representativos con la omisión de otros
significativos.
Por este motivo Leopoldo Zea puntualiza: “en el pasado de América, en su realidad histórica,
existían ya elementos positivos sobre los cuales cualquier nación latinoamericana podría,
orgullosamente, levantar y proyectar un futuro que no tenía por qué ser inferior al de ninguna de
las naciones modernas”. Zea llama a estudiar y asimilar esta tradición que llega hasta nuestros días
destacando que será necesario volver los ojos a nuestra historia, a nuestra tradición, no para
repetirla sino, por el contrario, para asimilarla y hacer de ella experiencia que, por serlo, no tendrá
que ser repetida”.
Sin esta responsabilidad no puede construirse el presente, porque en gran parte dicha tradición
pensó soluciones a resolver en el presente siglo XXI como por ejemplo la integración regional.
Una particular importancia le atribuyó Zea a la filosofía de la historia, pero atribuyéndole a ésta un
carácter situado, de filosofía in situ como diría Gaos. Ya en el “prefacio” a América en la historia
(1957) plantea “encontrar el sentido o relación de nuestra historia, la de nuestra América, con la
historia sin s”. Entendiéndose esta última como una historia de iguales, por ser a la vez
diferentes; una historia sin más como superación de la historia como historia de manipulación y
enajenación de los otros por ser diferentes.
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Andrés Bello es el primero en exponer la existencia de una filosofía de la historia americana
concreta situada, aceptando también la existencia de la filosofía de la historia universal abstracta.
Asimismo, Zea sustenta que “la filosofía de la historia latinoamericana viene a ser expresión de la
filosofía de la historia universal en la que se entrecruzan diversos proyectos [...] Los proyectos
propios de los hombres y pueblos de América, en estrecha relación dialéctica, de estímulo y
respuesta, con el llamado mundo occidental”.
En contrapartida a las filosofías de la historia que justifican el establishment, tanto a nombre del
ente abstracto hegemónico del espíritu, de una raza, de una cultura, una clase o una nación como
coronación de la historia, y por tal motivo como fin de esta, responde que la auténtica filosofía de
la historia es aquella encargada de ofrecer las herramientas liberadoras del hombre de todas las
ataduras que lo oprimen y degradan.
Con esta argumentación, impugna una de las filosofías de la historia como la hegeliana, destacando:
“allí donde Hegel pensaba que termina la historia se inicia otra historia, la cual se supone conducirá
a la auténtica liberación [...] expresando la liberación de todos los hombres. Liberación sin
discriminación de ninguna especie. Liberación del ser humano en sus más diversas expresiones de
la personalidad. Su individualidad, tanto somática como cultural, de ser pleno y, por lo mismo,
libre”. Tesis que resulta válida para lograr desentrañar cualesquiera filosofía de la historia
hegemónica contemporánea.
Sustentar la filosofía de la historia americana, y más puntualmente latinoamericana, no se puede
reducir a un nominalismo filosófico regional, debido a que “esta nuestra filosofía —aclara Zea—
no debe limitarse a los problemas propiamente americanos, a los de su circunstancia, sino a los de
esa circunstancia más amplia, en la cual también estamos insertos como hombres que somos,
llamada Humanidad”.
Recreando a José Ortega y Gasset pudo haber dicho: yo soy mi circunstancia, y si no la salvo a
ella no se salva la humanidad”. Según esta perspectiva puntualiza que “las filosofías realizadas, las
emanadas de una cierta circunstancia, de los problemas de una cierta realidad, pueden de alguna
forma servir a la solución de los problemas de otra realidad, dar luces sobre la misma, aunque las
soluciones que ofrezcan no sean necesariamente las mismas”.
18
Las principales tesis de la filosofía de la historia de Zea se sustentarán en la relación de lo propio
y lo universal, pero siempre preservando como principios lo concreto y las diferencias. Así, destaca
que una filosofía de la historia que trata de abarcar la pluralidad de lo humano es expresión de
universalidad, conciliando lo uno con lo diverso. Una filosofía que propugna la igualdad entre los
hombres y entre los pueblos a partir de esta misma e ineludible diversidad y concreción. Todos los
iguales entre sí, partiendo de lo que tienen en común, pero no renunciando a su identidad, a su
concreta expresión de humanidad, superando cualquier abstracción. Iguales todos por la diversidad.
Idea fundamentada en lo humano concreto como expresión de identidad en la diferencia.
Humanismo concreto y plural: expresión de libertad
Para Zea la “filosofía americana debe iniciar su tarea, que consiste en buscar los valores que sirvan
de base a un futuro tipo de cultura. Y ésta su labor tendrá como propósito la de salvaguardar la
esencia humana, aquello por lo cual un hombre es un hombre”. Función antropológica de la
filosofía creada por excelencia en la filosofía latinoamericana del siglo XIX, en la que se ha hecho
patente el aporte de concebir al hombre no como una abstracción indeterminada, sino como un ente
cuyo existir escondicionado por una particular circunstancia social y cultural en el tiempo y el
espacio. Como portavoz de una humanidad concreta.
A aquellos que en América Latina todavía pretender imitar o parecerse a los occidentales les ha
dicho que “ser hombre no es ser yanqui, ni francés, ni inglés. Ser hombre es ser, simplemente, lo
que se es” en su contexto social y cultural. Refiriéndose al humanismo abstracto que habla de la
humanidad en general puntualiza: “Hombre, , así con mayúscula, pero también concreto,
determinado”.
Recalca que la filosofía moderna en su tendencia dominante no tiene en cuenta las diferentes
realidades del humano. “La filosofía occidental habla del Hombre, pero, al parecer, no de los
hombres” como el asiático, el negro africano, el árabe o el indio. Especifica que “en la historia de
la cultura aparecen siempre pueblos que se consideran a mismos como fundadores de humanidad.
Pueblos que hacen de su propia cultura la piedra angular de toda la Humanidad”, rebajando,
denigrando y sometiendo a los diferentes, la alteridad, por no ser como ellos.
19
Criticando el homocentrismo euro-occidental expuso que el occidental había marginado la calidad
humana del no occidental”, dando lugar a dos ideas sobre el hombre, no coincidentes, el occidental
ha hecho de su propia humanidad el índice negativo de la humanidad de los otros hombres. Los
otros hombres, contrariamente a lo impuesto, no aceptan esta idea y proclaman la propia, aquélla
en la que destaca la falta de humanismo de la filosofía occidental y acendrado humanismo de una
filosofía que concede humanidad a todos los hombres, incluyendo a los deshumanizados
occidentales.
Dos ideas del hombre que pugnan por prevalecer, la filosofía occidental contemporánea reconoce
sus limitaciones y simultáneamente reconoce la amplitud de posibilidades del humanismo no
occidental. Argumenta, por consiguiente, que “el hombre occidental peca de inhumanidad al no
tratar a los otros como hombres sino como objetos”. Se les considera bárbaros sin civilización.
Contradiciendo esta falacia teórica que justifica las prácticas discriminatorias dominantes precisa
que “el hombre, todo hombre, es igual a cualquier otro hombre. Y esta igualdad no es derivada de
que un hombre o pueblo pueda ser o no copia fiel de otro, sino de su propia peculiaridad. Por tanto,
un hombre o pueblo es semejante a otros por ser como ellos, distinto, diverso”. Su fundamentación
consiste en que “todos los hombres son iguales por ser distintos”. En otras palabras, cada hombre
porta una peculiaridad somática, cultural y social.
Sin embargo, siendo diferentes existe algo en común que los caracteriza como hombres: humanidad
creadora y sociabilidad. En virtud de esto señala que “todo hombre, o pueblo, se asemeja a otro por
poseer una identidad, individualidad y personalidad”. No tratándose en este caso de la pseudo
identidad de la mismidad, sino de la identidad en la diferencia, tanto como individualidad, y tanto
a nivel social como cultural.
La anterior concepción lleva al hispano-norteamericano JoLuis Gómez-Martínez a reflexionar
que “el discurso de Zea sobre la ‘diferencia’ conlleva un poderoso germen que nos puede permitir
la reflexión crítica ante la encrucijada de confrontación que parece dominar en nuestros días en las
relaciones interculturales a nivel global”, puesto que sin negar aspectos positivos de la
globalización en la actualidad, se corre el riesgo de estandarizar a los hombres a escala mundial, lo
que conduce a una mismidad de “los hombres son iguales por ser distintos” facilitando la defensa
de las particularidades culturales de cada pueblo, nación y región.
20
No se debe olvidar que el portador de esta realidad no es el hombre abstracto, sino el hombre
concreto; por hombre universal y por concreto específico. La antropología filosófico-cultural de
Leopoldo Zea se empeña en la defensa de que lo humano da continuidad al aporte de la
“descentralización del sujeto” que sostuvieron a finales del siglo XVIII Eugenio de Santa Cruz y
Espejo, Francisco Javier Clavijero, Juan Pablo Viscardo, Francisco de Miranda y José Joaquim da
Cunha Azeredo Coutinho. Concepción sostenida por la filosofía decimonónica latinoamericana en
todas sus vertientes. Sostiene de forma magistral que todo hombre ha de ser centro y, debe
ampliarse mediante la comprensión de otros hombres”, tratándose de la importancia del
reconocimiento del otro, aceptando las diferencias sociales, culturales, étnicas o de género. Todos
los hombres y mujeres, el ser humano concreto, en condiciones de igualdad con su semejantes,
ampliando y enriqueciendo el género humano en su diversidad, “tesis que originará una nueva
cultura y civilización”, como lo pensó JoVasconcelos en la defensa de una raza cósmica” o
“raza síntesis”.
La filosofía del hombre fundamentada como humanismo pleno ha sido propugnada por Alberto
Saladino, quien recalca que “para él la condición humana fue producto histórico al ejercitar lo
racional, al desarrollar lo creativo, que, en suma, no es más que la práctica de la libertad”. Zea
predica una “historia del hombre sin más; historia del hombre en unas determinadas y concretas
condiciones que lo distinguen de otros, pero no lo hace inferior ni superior”.
Esta filosofía sin más, a como una historia y antropología de igual naturaleza es a veces
cuestionada por el calificativo “sin más”, puesto que parece tener cierta indeterminación, no
obstante, es todo lo contrario, por cuanto la frase “sin más” recalca la necesidad de poner fin
definitivamente a las filosofías, las historias y las antropologías que promulgan la exclusión, sin
más” dominación y hegemonía de un hombre sobre los otros. Consiste una filosofía y antropología
de la igualdad en la diferencia.
Zea entiende que el reconocimiento del prójimo en igualdad de condiciones no es producto del
azar, sino de la conquista y defensa de sus derechos. Como portador teórico de éstos declara que
“los asiáticos, como los africanos y los latinoamericanos, quieren saber cuál es su puesto en la
humanidad”. Concepción que aún se debate en la Organización de las Naciones Unidas, puesto que
no todos los pueblos tienen el mismo derecho al voto en la importante institución que debe
representarlos, los países que han sido colonias no tienen el mismo reconocimiento y
21
representación en las decisiones que los antiguos colonizadores y los “neocolonizadores”, de ahí
las propuestas para la refundación que exigen muchos países para la Organización de las Naciones
Unidas.
Para la filantropía y el meliorismo contemplativos y el reconocimiento abstracto de la igualdad
argumenta que “no basta el reconocimiento de que existen hombres que son semejantes del hombre
occidental sino, además, es necesario actuar para que este hombre sea partícipe de los privilegios
a que tiene derecho todo hombre por su condición humana. Una filosofía que pregunta, por la
condición de hombre, sino cómo hacer, cómo actuar, para que el hombre sea realmente un hombre”.
Partiendo de lo anterior, comparte y profesa “la filosofía como compromiso de liberación”.
Argumentando que “la cultura es por esencia libertadora de los obstáculos que impiden a los
hombres y pueblos realizar sus proyectos”. Esto permite identificar la influencia de José Martí
sobre Zea, puesto que el cubano sustentaba que ser culto es el único modo de ser libre”. Esta
concepción tiene su fundamentación a partir de entender y definir la cultura como una totalidad
compleja omniabarcadora, sistémico-estructural y estructurante, que se caracteriza por la creación
y la comunicación, que, como organización e institución, propugna la difusión socializadora; a la
vez que representa, el dominio, control y libertad del hombre sobre la naturaleza, la sociedad y
sobre mismo. Por consiguiente, expresa el grado de desarrollo social como reafirmación de
medida de lo humano.
Indudablemente, así entiende Zea la esencia de la cultura, por eso expresa que “si algo ha de aportar
nuestra cultura a la universal, es precisamente su carácter liberador. Siendo una cultura de
liberación, de filosofía, con aportaciones propias de una región que una y otra vez ha de luchar por
anular los dominios, vencer encubrimientos”. Entendiendo la liberación como algo que el
individuo realiza por su propia decisión. No podrán hacer por él nada que él no sea capaz de hacer
por sí mismo”.
La libertad lleva implícita la desalienación en todos sus órdenes, recalcando que “desenajenarse es
descolonizarse, dejar de ser instrumento, medio, de otros fines”. Zea estudia la igualdad y la libertad
formal modernas como pseudolibertad, esto lo explica al expresar “la libertad, dentro de una
determinada situación de desigualdad, es exclusiva de quienes tienen mejores medios para hacerla
22
respetar e imponer. Así, resulta ser lo la imposición de la libertad de unos sobre la libertad de
otros. Desigualdades que no son abstractas sino materiales. Esta igualdad material es la exigida por
los pueblos”.
La libertad no sólo involucra la elección, el conocimiento de la naturaleza, la sociedad y la cultura,
proceder de manera práctica con conocimiento de causa en determinadas circunstancias, en un aquí
y ahora, sino también poder acceder en igualdad de condiciones a todos los bienes necesarios para
la vida, comenzando por los económicos y terminando por los espirituales. Y de igual forma
erradicar cualquier tipo de discriminación y participar en las decisiones fundamentales de la vida
del hombre.
En relación a la falta de libertad en el orden económico apunta:
no es la libertad del patrono para contratar mano de obra, teniendo los medios de
producción, que la libertad del obrero para ceder su única mercancía, el trabajo, faltándole
las herramientas para trabajar. Igual sucede con los pueblos que quieren enarbolar la
bandera de la autodeterminación, si carecen de fuerza para hacer respetar esta
autodeterminación. Por esto las naciones poderosas pueden, en nombre de la libertad,
imponen sus intereses sobre los pueblos que no tienen elementos para hacer respetar el
derecho de la autodeterminación, es la desigualdad entre unos y otros la que impide o
entorpece la libertad.
Como se puede determinar, no obvia la dimensión clasista y económica de la libertad, sin embargo,
no cae en la metafísica de las clases como propugnó cierto marxismo dogmático-sectario. Su
filosofía de la libertad implica, a otros grupos sociales incluidas las etnias y pueblos como los
latinoamericanos. Precisando que “la libertad no es una abstracción, se apoya en la realidad y esta
realidad determina la relación que guardan unos hombres con otros, unos pueblos con otros
pueblos”.
Su humanismo concreto y plural observa como conditio sine qua non la libertad en todas sus
formas. Sustenta que la independencia, las revoluciones de las naciones latinoamericanas no son
23
suficientes para asegurar la libertad de dichas naciones y pueblos, por eso él recurre una y otra vez
a la experiencia y la tradición del pensamiento latinoamericano, que fundamenta en la necesidad
de consolidar la identidad cultural y poner en práctica la integración regional mediante la creación
de una nación de naciones como expresión de un Estado supranacional plural que sea garante
frente a los centros de poder internacionales.
Identidad: base de la integración
En latinoamericana el tema de la identidad cultural y su correlación con la integración son una
constante. Gregorio Recondo expresa que “cuando se le preguntó a Leopoldo Zea cuáles eran los
temas principales que se repetían a lo largo de nuestra historia, el filósofo mexicano no dudó en
identificarlos: la identidad y la integración”. De igual forma, el pensador argentino puntualiza que
“una integración por la cultura significa una nueva cultura de la integración”. Y en efecto, la
necesidad de una cultura de y para la integración es uno de los temas donde Zea hace más aportes.
En contraste con los teóricos y analistas de la integración europea, que ha sido desarrollada al
margen de la identidad cultural de sus pueblos existen excepciones de pensadores como José
Ortega y Gasset o Miguel de Unamuno—, durante casi todo el siglo XX el pensamiento
latinoamericano se ha fundamentado en la necesidad de la integración con base en la identidad
cultural regional como condición de identidad en la diferencia.
La integración se concibe como un principio constructor de la nueva identidad. El propio Zea
identifica la crisis de identidad de pueblos europeos, como el español, en la primera mitad del siglo
XX. Señalando que “mientras en América Latina, ante el mismo hecho histórico, se recupera la
vieja identidad y con ello se resuelven los problemas de identidad, en España se agudiza el
problema de su identidad. ¿Qué somos? ¿Mediterráneos? ¿Germanos? ¿Godos? ¿Iberos?
¿Europeos? ‘¿Por qué el español ignora toda su herencia germánica?’, pregunta Ortega”. Siendo
precisamente Ortega y Gasset el que propugna la europeización de España como solución de sus
problemas y la integración con otras naciones europeas.
24
En la actualidad, pensadores como Manuel Castells dice que “en general no existe una identidad
europea. Sin embargo, podría construirse, no con contradicciones, sino con complementos de las
identidades nacionales, regionales y locales. Tratándose de un proceso de construcción denominado
como identidad proyecto”. Significando que la actual “unificación europea, en una perspectiva a
largo plazo, necesita una identidad europea”. Se puede considerar esta afirmación como demasiado
categórica en cuanto a la inexistencia actual de una identidad cultural y social europeas, sin
embargo, denota la importancia que se le atribuye a la correlación identidad-integración para un
proceso como el de la Unión Europea en desarrollo.
No obstante, en la teoría y a nivel de toma de conciencia, destaca Zea la complicación de los
conceptos identidad cultural e integración en la historia del pensamiento latinoamericano desde su
origen. Precisando: “la larga historia en la que se plantearon desde el principio problemas de
identidad, y con ellos los debates respecto de la posibilidad o imposibilidad de la integración de
los pueblos de la región cuestionada”. Además, reitera que “en la América Latina es ya un sueño
viejo la búsqueda y posible logro de una comunidad de naciones que alcance, libremente, la
solidaridad que permita a todas ellas pugnar por el logro de lo que les es común sin anulación de
lo que es peculiar, de lo propio, de lo que da identidad a hombres y pueblos”.
Zea concluye de manera enfática que la “base para lograr la anhelada integración es la conciencia
de la propia identidad de los pueblos de esta región”. En otras palabras, de la identidad e integración
en la diferencia, debido a que “la diversidad, expresión de la identidad de los pueblos de esta
América, ha de ser el punto de partida de su legalidad”. Zea insiste en la necesidad de estudiar
sistemáticamente este aporte al indicar que
la realidad desarrollada a lo largo de la historia de esta región se impuso [...] Realidad que
ahora es necesario deslindar, clarificar, haciéndola evidente. Identidad que es necesario
conocer para participar, sin complejos en el camino de la historia que es, pura y simplemente
del hombre. La del hombre que transcurre en ltiples expresiones y peculiaridades que
son el punto de la participación en la historia.
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Sin hacer a un lado la teoría de la evolución y desarrollo del pensamiento identitario-integracionista
latinoamericano, Zea establece en cambio las bases para la reconstrucción de este. De igual forma
señala las tesis de importantes pensadores paradigmáticos en este sentido como Simón Bolívar,
Andrés Bello, Francisco Bilbao y José María Samper.
De forma especial, Zea estudia el aporte de Simón Bolívar a la concepción de la identidad e
integración, este estudio se encuentra contenido en el libro que lleva por título Simón Bolívar,
integración en libertad (1980). En esta obra aclara
que al contrario de lo que sería el proyecto de los civilizadores hispanoamericanos como
Sarmiento, Bolívar reconoce y exige el mantenimiento de la identidad de esta América, y
se niega a cualquier proyecto que la niegue o subordine a otros pueblos o culturas. Puesto
que no busca modelos extranjeros, no pretende que los pueblos pierdan su identidad, sino
que la transformen. Por ello no comulga ni con los que quieren preservar el viejo orden en
beneficio de sus intereses, ni con los que quieren cambiarlo radicalmente, para servir a los
propios.
También expresa la importancia de otros pensadores, al comentar que es “una identidad que
también tiene expresiones positivas y es presentada y defendida por muchos otros
latinoamericanos, como el venezolano Andrés Bello”. En su reseña, también evalúa a Francisco
Bilbao y José María Torres Caicedo, destacando "la nueva expresión de identidad e integración
utilizada, entre otros, por el pensador chileno Francisco Bilbao [...] y el colombiano José María
Torres Caicedo".
La nueva identidad e integración a la que hace alusión es expresada por el término identitario-
integracionista “América Latina”, nombre creado por Bilbao y Torres Caicedo en 1856, que el
estadounidense John Phelan asocia erróneamente con la aventura accidental de los ideólogos
franceses Napoleón III en México. Estos son los creadores del verdadero nombre que en ambos
casos engloba el actual proyecto de integración latinoamericana.
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Desde la realidad histórica y teórica, refuta los criterios erróneos que sugerían que el concepto de
identidad cultural es traído a América Latina en las décadas de 1960 y 1970. Además, afirma que
“la identidad ya no es una pregunta, sino una afirmación”. Y como desafío a los nihilistas de la
identidad cultural latinoamericana expresó que
la identidad, como la cultura que da sentido, es algo inherente al humano [...] Identidad,
querámoslo o no, la poseemos, como el cuerpo tiene su sombra. El problema se encuentra
en la capacidad para reconocer lo propio y aceptarlo, y no pretender ser otro distinto de lo
que se es [...] Nuestra identidad no es un proyecto por realizar, es simplemente algo cuya
existencia debemos reconocer y aceptar frente a los prejuicios.
Pablo Guadarrama, aludiendo al trajinar de Zea en el campo de la identidad cultural acota con
certeza que “el tema de la identidad latinoamericana ha sido permanente en ese dinámico
laboratorio que por más de media centuria ha ofrecido resultados tan sustanciales al análisis del
problema”. En concreto ésa ha sido una de las contribuciones de Zea, no sólo al pensamiento
latinoamericano, sino a la universalidad, porque como él mismo argumentara, desde una
determinada circunstancia como la cultura y el pensamiento latinoamericanos es posible hacer un
aporte de trascendencia universal, válido para otros pueblos.
La concepción de identidad a nivel abstracto-lógico y ontológico-metafísico es parte constituyente
de la tradición de la filosofía europea, desde la época de Heráclito y Parménides, sin embargo, no
aporta a la morfología o tipología de la identidad el concepto de identidad cultural como tipo
específico de identidad, y mucho menos la concepción de que el proceso de integración es un
principio constructor de identidad cultural. Quizás, por este motivo el profesor israelita Tzvi Medin
recalca que “Zea no sólo iría delineando el principio fundamental de su humanismo concreto, sino
asimismo la fisonomía emergente de la identidad latinoamericana. Y este último punto se considera
fundamental porque tiene un significado sumamente profundo, que es entender solamente al
compararlo con la evolución del mundo intelectual europeo”.
Contrariamente a aquellos que han opinado que el término identidad cultural es una importación
desde África o Europa, Zea precisa que “los pueblos que sufrieron el impacto de la expansión sobre
el mundo a partir de 1492, con el Descubrimiento de América, han tomado, a lo largo de su historia,
27
conciencia de su propia identidad, como contrapartida de una identidad que consideran les ha sido
impuesta por la conquista y el coloniaje”.
También sostiene que esa “conciencia de identidad” permite forjar y desarrollar el concepto de
identidad cultural como un aporte de América Latina. Expresa que ésta es una “identidad cultural
complicada, y por serlo, original. Involucra experiencia de hombres en extraordinarias y
complicadas situaciones que, por serlo, se considera original en su aportación a la historia, y a la
cultura del hombre. Del hombre concretamente, en sus múltiples expresiones”. Y al comparar este
aporte latinoamericano con el pensamiento euro-occidental moderno, Zea ha expresa que,
“paradójicamente es ahora el europeo-occidental quien empieza a preocuparse por su identidad,
esto es, por definirse, para fundirse en este mundo igualitario, creado por él, no por derechos, sino
por hacer que otros hombres sean copias múltiples, infinitas de él mismo, juzgándolo de acuerdo
con su fidelidad”.
Por eso insiste en que los europeos en la actualidad, al romper con el supuesto paradigma de
universalidad que ellos mismos divulgaron e implantaron en el mundo, han entendido que la
unidad-universal-homogénea conduce a la identidad de la mismidad y se han planteado, entonces,
descentralizar al sujeto como hombre concreto. Por este motivo puntualiza: “de allí la búsqueda de
la identidad [occidental] que resulta responsable [sea] la civilización que tanto insistía en
distinguirse de la barbarie”. Hay que enfatizar que, frente al logocentrismo, la “descentralización
del sujeto” de la identidad cultural es un aporte del pensamiento latinoamericano, iniciando por la
Ilustración hispano-portuguesa americana de la segunda mitad del siglo XVIII. Asimismo, en
oposición al etnocentrismo y la identidad de la mismidad, Zea reitera el aporte latinoamericano al
precisar que
en el proceso de buscar la identidad se va encontrando al individuo, pero al concreto. Los
regionalismos de grupos que no se sienten identificados bajo un determinado concepto
nacional (hegemónico). Hombres concretos que entabla lucha por hacer patente su
identidad; pero no para separarse de otros hombres, sino para ser partícipes con ellos, pero
en condición de igualdad; iguales por peculiares, por poseer como todos los hombres una
personalidad o individualidad.
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En este mismo orden de ideas, Zea precisa que “todos los hombres son iguales, pero no ya por la
razón o el entendimiento, sino por el mismo hecho de ser distintos; es decir, por poseer una
identidad, una personalidad, por ser hombres concretos y no reflejo de una abstracción”. Esta
concepción del “hombre universal concreto situado”, resulta metodológicamente clave para el
estudio de la toma de conciencia de la identidad, de la imprescindible teoría que fundamente la
práctica de la integración como la que está teniendo lugar en los procesos subregionales en la
América Latina o en otras partes del mundo como Europa.
Resulta necesario, siguiendo los aporte de Zea, explicar la identidad cultural, definirla
conceptualmente. Se considera que la identidad cultural es una categoría omnicomprensiva además
de compleja, que como identidad en la diferencia contiene: la mismidad y la alteridad, el yo y el
otro. Representando una identidad colectiva como horizonte de sentido, con capacidad de
autorreconocimiento y distinción, caracterizada por la manera común de vivir en el tiempo y el
espacio del ser humano.
Expresando el quehacer del ser humano en el proceso de creación y recreación comunicativa,
objetivación y subjetivación, producción y reproducción de la cultura y la sociedad misma, la cual,
como síntesis de múltiples determinaciones o dimensiones, comporta un universal concreto
situado, en otras palabras, un aquí y ahora que responde a las preguntas “qué he sido”, “qué soy”
y “qué función habré de realizar” en el presente y futuro. Esa función está llamada a desempeñarla
la integración como principio constructor de identidad.
Integración: base de la identidad
Zea se muestra muy preocupado por estudiar la coimplicación de identidad-integración,
integración-identidad es una constante en su obra. Siempre recuerda que
29
juntamente con la preocupación por la integración, es necesario insistir en la vieja
preocupación por la identidad de los pueblos de esta región. La posibilidad de una
integración en latinoamericana —expresa— habrá de nacer en esta conciencia. Conciencia
que se expresará en la búsqueda de la identidad cultural, pero ya no como búsqueda de esa
identidad como miembros de ésta, o aquella nación, más bien como miembros de una
comunidad que, sin negarnos como naciones las trascienda. La búsqueda de la identidad
que sea, al mismo tiempo, búsqueda de sentido de nuestra historia, filosofía de la historia
de nuestras experiencias concretas, dentro de un marco de experiencias de todos y cada
uno de los pueblos de esta América.
El punto de partida para la integración latinoamericana es la “integración en libertad, y para el logro
de las libertades de los pueblos”, puesto que la integración sin libertad en todas y cada una de las
manifestaciones de la vida y la sociedad es un mera ilusión, por tanto, la integración en la libertad
conlleva a la ruptura de la “integración” impuesta.
Partiendo de esta perspectiva Zea analiza prospectivamente el pasado y el futuro de la integración
en América, tanto de la América latina como de la anglosajona. Señalando que “a la propuesta de
Bolívar para una integración de la región libre del dominio ibero se proponía la integración bajo
dominio estadounidense, expresada por el presidente James Monroe”. Asimismo, Agrega que se
enfrentan dos formas de integración, la soñada por Bolívar y la que proyectara James Monroe.
Debido a esto a lo largo de la historia de los pueblos que Bolívar quería unidos, serán términos
contradictorios: bolivarismo y monroísmo”.
Analizando la situación de las formas y propuestas de integración contemporánea en el mundo, y
especialmente en América Latina, el filósofo mexicano escribe que
a lo largo de la tierra se están ahora formando bloques de intereses tanto en Europa y Asia,
y se pretende también la formación en África y Medio Oriente. A estos bloques se
contrapone nuestro poderoso vecino, los Estados Unidos, se empeñan en ser garantía del
nuevo orden y dentro de él buscar en América la integración de la región. ¿Es esto una
simple ampliación de la Doctrina Monroe? ¿O es la posibilidad para los sueños
integracionistas de Bolívar?
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Indudablemente hace referencia al Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y
América Latina (ALCA), propuesto por el primero. No recusó la posibilidad de un tratado
integracionista con Estados Unidos —el cual por vecindad y situación geo-económico-
social es posible, pero en condiciones de igualdad e integración— buscado la solución de
problemas comunes de economía y desarrollo, en caso contrario se produciría una nueva
dependencia, y no una verdadera integración, sino una pseudointegración que en realidad
sería exclusión.
El apostolado de Zea como pensador y visionario fue alertar del posible peligro, puesto que, por lo
menos a nivel de Comunidad Latinoamericana, el proyecto ALCA fracasó, aunque no así a nivel
político con ciertos países de la región. Por lo antes expuesto, Zea propugna la integración
bolivariana, la cual es una constante en la historia de América Latina, propugnada como proyecto
por diferentes pensadores y políticos de los siglos XIX y XX, y hasta hoy con Mercosur, ALBA y
Comunidad Sudamericana de Naciones, entre otras.
Él ve en la integración bolivariana, con sus diferentes propuestas y proyectos, una integración a
“nivel horizontal de comunidad, de mutua comunicación” que favorecería el desarrollo, pues la
otra, aunque no llegó a explicarla, es una integración horizontal-hegemónica, propuestas por los
centros de poder internacional. Con precisión, heurísticamente, es necesario distinguir entre
“integración vertical” e “integración horizontal”, para conocer la direccionalidad de estas, y por
consiguiente establecer de qué tipo de integración se está hablando.
Coincidiendo con el enfoque de Armando di Fillipo —ex asesor de la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe para la integración y cooperación económica regional— destaca que
para ubicar perfectamente la estrategia actual del regionalismo abierto se precisa distinguir
por un lado entre regionalismos verticales y horizontales y, por el otro, entre regionalismos
asimétricos y simétricos. Los regionalismos abiertos verticales asocian a países del norte y
el sur en el marco de un mismo acuerdo, y los horizontales son del tipo sur-sur, o norte-
norte. Los regionalismos abiertos asimétricos conllevan preferencias no recíprocas, en tanto
que los simétricos poseen simetría en la intensidad y tipo de preferencia concedidas por
parte y parte.
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Por esto se ha señalado que
el tipo de integración vertical, desde arriba, se origina en los centros de poder, presentando
nuevas dependencias, en cambio la verdadera y efectiva integración es la integración
horizontal, resultado de la igualdad de condiciones que, por consensus omnium, es decir,
del consentimiento general de las naciones, permite un desarrollo equitativo, racional, justo
y sostenible para todos sus integrantes, más allá de los niveles económicos y científico-
tecnológicos que tengan ciertos países. De igual forma, la integración debe tener una
integración multilateral, en el sentido de que un país pueda estar en más de una
determinación sociocultural o contexto económico, siempre teniendo en cuenta que toda
verdadera identidad e integración es identidad e integración de la diferencia.
Lo anterior constituye la divisa de Zea, promotor de la integración horizontal sur-sur, incansable
portador del estandarte de la creación del Estado supranacional latinoamericano, es decir,
una Nación de Naciones, sin dominación de ninguna de ellas, Nación de Naciones
enfocadas en un mismo y absoluto desarrollo que no implica, en forma alguna, la pérdida
de la identidad de cualquiera de las regiones. Con un desarrollo económico común para
afianzar lo propio de cada pueblo sin deterioro de lo propio de otros pueblos. Por esto, ahora
más que nunca urge la creación de las herramientas que permita la relación solidaria que ha
de estar entre los pueblos de Latinoamérica. Solamente la unidad, la integración de intereses
en la libertad, podrá evitar que cualquier potencia imponga sus criterios.
De todo lo anterior puede resumirse que Leopoldo Zea es una humanidad de hombre que ha
devenido hombre humanidad por sus aportes a la filosofía, al humanismo, la identidad cultural y la
integración de Latinoamérica.
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Capítulo 2
Zea y el bolivarianismo
El Libertador Simón Bolívar y su pensamiento político es objeto de múltiples y hasta polémicos
estudios en la actualidad. No obstante, son pocos los que se han acercado a ese poderoso
pensamiento desde una perspectiva filosófica. Y lo que en realidad resulta excepcional es, que este
acercamiento se haya realizado desde las perspectivas de la Nueva Filosofía Latinoamericana,
corriente del pensamiento contemporáneo en donde el mexicano Leopoldo Zea, ha resaltado como
uno de sus más destacados exponentes. Esta acotación se hace a propósito de la obra del filósofo
mexicano, sobre Simón Bolívar, sobre cuyos ideales ha gravitado gran parte del pensamiento de
Zea.
Ideales independentista de Simón Bolívar
El pensamiento político de Simón Bolívar es considerado una afrenta dentro de los órdenes
coloniales. Implica un discurso emancipador que subvierte la narrativa y discursividad
moderno/colonial. Para Leopoldo Zea, significa un pensamiento libertario de gran magnitud, que
no desatiende ninguno de los problemas que confrontaban los americanos como: la identidad, la
dependencia, la libertad y la integración. No obstante, sus ideas no se encontraban contenidas en
una obra filosófica tradicional, éstas se expresaron en diferentes cartas, discursos, documentos,
mensajes a diversos congresos, llevando al desarrollo y extensión del ideal de libertad a los espacios
más recónditos de América Latina y el Caribe. En la actualidad continua siendo un tema vigente,
inacabado e histórico que exige revisión permanentemente.
Para El Libertador, la desigualdad social, cultural y racial, se inicia desde el desencuentro del
hombre americano con los españoles, situación que trascendió en la historia, conformando una
atmósfera de sentimientos de inferioridad, que hace sentir a sus habitantes ajenos a la tierra que los
vio nacer, herederos de la culpa de las imposiciones coloniales establecidas en América.
En este momento histórico, el pensamiento de Bolívar se cuestiona por el problema de la identidad
cultural latinoamericana, siendo tierra donde el mestizaje es lo propio, pero que se ha hecho sentir
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como una vergüenza que ha de ser escondida, una culpa heredada por los conquistadores a los
habitantes nacidos en América. En el discurso que pronuncia Bolívar ante el Congreso en
Angostura, el 15 de febrero de 1819, El Libertador afirma que:
Debemos tener presente que nuestro Pueblo no es el Europeo, ni el Americano del Norte,
que s bien es un compuesto de África y de América, que una emanación de la Europa;
puesto que, hasta la España misma, deja de ser Europea por su sangre Africana, por sus
Instituciones, y por su carácter. Es imposible conocer con propiedad, a qué familia humana
pertenecemos. La mayoría de parte de los indígenas se han aniquilado, el Europeo se ha
mezclado con el Americano y con el Africano, y este se ha mezclado con el Indio y con el
Europeo. Somos nacidos todos del seno de una misma Madre, nuestros padres diferentes en
origen y en sangre, son extranjeros, y todos se difieren visiblemente en la epidermis: esta
desemejanza trae un reato de la mayor trascendencia.
Es claro que, con estas palabras, Bolívar cuestiona las condiciones de exclusión racial, la
intolerancia religiosa, los crímenes de la conquista, al no contarse con el legítimo derecho de
expropiar a los habitantes de las tierras de algo que les era suyo por nacimiento.
Los Americanos, acota Bolívar, tienen una misma madre tierra; por tal motivo, los colonizadores
inoculan un sentimiento de orfandad. El origen es el mismo, pero con paternidades diferentes, de
extranjeros que cruzaron su raza con la de los habitantes originarios de la región. La diversidad de
razas, de creencias, de lenguas, condujo a la rebelión contra el absolutismo, a la conformación de
fuerzas, cuyo objetivo común era romper la sujeción del poder colonial, quebrantando el orden
interno de los estados coloniales, hasta llegar a los estallidos sociales, materializados en la
independencia de los países americanos.
Para Bolívar, la heterogeneidad racial es la distinción de América, pero, entiende que, pese a la
diversidad, existe el derecho de cada ser humano por pertenecer al género humano. Resulta claro
la Influencia del pensamiento ilustrado y de los ideales de la Revolución Francesa, al momento de
señalar la importancia de la igualdad de todos los hombres, de los derechos intrínsecos que cada
uno posee por pertenecer al género humano.
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Sin embargo, esto es una conceptualización teórica formada en Europa, que señala la igualdad en
tanto perteneciente al orden colonial. Por otro lado, Bolívar internaliza que la realidad americana
es diversa y requiere de un enfoque novedoso sobre cada población, sin perderse en las
abstracciones conceptuales. Es evidente que El Libertador asume la importancia de la igualdad de
todo la humanidad, sin embargo, logra entender que es una conceptualización filosófica ilusoria si
no son atendidos los contextos asimétricos, la exclusión social de la que eran víctimas los criollos,
indígenas, esclavos y demás grupos sociales en América.
Para Simón Bolívar, lograr la comprensión de la desigualdad es prioritario, puesto que, de no
evidenciarse los entramados coloniales ni las formas discursivas hegemónicas de la modernidad,
los patrones coloniales permanecerían intactos. Esta desigualdad es la que conlleva al reclamo por
mejores formas de vida, por la justicia social e incita a la construcción de sociedades justas e
inclusivas, fundamentadas en la tolerancia y el respeto. Materializando esto es posible confrontar
las formas de poder colonial, al articular diversas desigualdades, realidades y condiciones, ante un
mundo de opresión y tiranía.
Sobre estos basamentos se fundamenta el pensamiento independentista de Bolívar, en la unidad de
las desigualdades, que luchan por construir una sociedad libre e independiente. Integrar las
diferencias. En otras palabras, converger en los reclamos de los blancos criollos, los esclavos, los
campesinos, los indígenas, que sufren la explotación y sumisión al poder colonial, hace posible el
avance hacia la ruptura de un pasado colonial, con siglos de imposiciones hegemónicas.
Partiendo de esta realidad es que puede fundarse una América republicana, fundamentada en el
respeto a las leyes, la patria, las autoridades, el pueblo. Es un tema que parte de la comprensión de
la identidad cultural diversa y que deriva en la obligatoria integración de las sociedades
latinoamericanas. Integración que facilitará la ruptura de los lazos de la dependencia y dominación
española.
Los ideas republicanas de Bolívar no se estancaron en planos abstractos o discursivos. Él logra la
consolidación de la independencia de gran parte de América. Rompe con la tradición que unía a la
Iglesia con el Estado, asimismo alcanza la abolición de la esclavitud y de los títulos nobiliarios.
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Ciertamente, estos cambios no se suceden de forma simétrica, son reconocidos en diversas naciones
y en círculos intelectuales de la época, que celebraron sus ideales independentistas.
En la Carta de Jamaica, Bolívar deja entrever la consolidación de su pensamiento republicano
maduro. En el manuscrito denuncia las injusticias hechas por los conquistadores en el Nuevo
Mundo, conduciéndose hasta plantear la idea de cómo la independencia de América no llegó a
pensarse desde la misma Europa, siendo algo requerido por los avances de una nueva sociedad
ilustrada, pero que, debido a la codicia y obsolescencia de las formas coloniales implantadas por
España, se mantenían incólumes las tradiciones que habían sido erradicadas en gran parte de
Europa.
Aunque, pese a que la independentista no se inició en Europa, Bolívar, con espíritu inquebrantable,
muestra una fervoroso deseo a las luchas revolucionarias, y entiende los diversos sacrificios a los
que ha de enfrentarse, particularmente, a la ruptura con las formas de vida metropolitanas. Lograda
la independencia de los colonizadores, opta por formas de gobierno representativos, anteponiendo
los intereses del pueblo. El ejemplo más señalado por Simón Bolívar, tanto en el aspecto positivo
como negativo, es Venezuela, debido a que es la primera nación del continente en adelantarse en la
creación de instituciones políticas, pero también en fracasar, debido a la inoperancia en las formas
de gobierno federal impuestas.
Para El libertador la solución es establecer un sistema de gobierno dirigido por un poder ejecutivo
electo, vitalicio, pero no heredado, un senado y una cámara legislativa heredada y no heredada por
igual. El planteamiento republicano deriva en ideales utópicos de consolidación de una sola nación,
de un gobierno confederado, en donde diversos Estados han de unificarse. La visión de Bolívar
planteada en la Carta de Jamaica es reforzada tras su encuentro con el presidente de Haití,
Alexander Petion, quien lo exhorta a reincorporarse a las luchas independentistas, atendiendo,
principalmente, los problemas sociales, como la abolición de la esclavitud.
Luego, en el año 1819, en el Discurso de Angostura, determina las bases para establecer el proyecto
de la Gran Colombia, además de analizar el discurrir histórico venezolano, se enfoca en temas de
tipo político, como la democracia, los gobiernos y la renuencia a hacer de esta gran nación un
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modelo similar al sistema inglés o norteamericano, sirviendo de preámbulo para una nueva
constitución para las nuevas repúblicas independizadas.
El Congreso de Angostura, promueve la creación de una constitución fundamentada en el espíritu
de las leyes y en idearios políticos republicanos. Intentando revestir de equilibrio e institucionalidad
a las naciones latinoamericanas, que aún experimentan vientos de guerras y las amenazas de los
colonizadores. Bolívar identifica que, en el caso de las naciones latinoamericanas, aunque parecido
a la situación vivida tras la caída del Imperio Romano, que produjo fracturas de las que nacieron
naciones independientes, pero asociadas o interdependientes unas de otras, es diferente, puesto que
se han descartado todos los vestigios de identidad, quedando sumergidos en un estado de crisis de
identidad:
“no somos europeos, no somos indios, sino una cruce entre los aborígenes y los españoles.
Somos Americanos por nacimiento y europeos por derechos, nos hallamos en el conflicto
de disputar a los naturales los títulos de posesión y de mantenernos en el país que nos vio
nacer, contra la oposición de los invasores”.
Zea encuentra posiciones próximas al pensamiento de bolivariano. Es cierto, la existencia de un
problema de identidad que debe ser resuelto, de esta crisis puede surgir el sentido de nacionalidad
y de reivindicación de la condición mestiza latinoamericana. El español nacido en el Nuevo Mundo
no se considera indígena; el indígena ve en el blanco criollo un representante del colonizador; el
criollo ve en el español peninsular un colonizador que trunca sus derechos, no encuentra en él un
igual.
Es una mezcolanza de sentidos de pertenencia, de relaciones signadas por la violencia ontológica,
epistémica y política, que conducen a peleas por la posesión de la tierra. Conociendo de esta
realidad, Bolívar hace grandes esfuerzos para superar la desconfianza generada por la clase
mestiza, indígena, esclavos, que podrían asociarlo como parte del poder opresor. Él identifica en la
población seres humanos con dignidad, no una gran masa de pueblo desordenada que terminará
como botín de los vencedores en las guerras independentistas. La lucha es un asunto que compete
a todos; es una pelea contra el poder monárquico y absolutista. En virtud de ello, Bolívar considera
necesario solucionar el distanciamiento que había en la construcción de una nación política frente
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a una nación étnica; es decir, busca la integración en lo social con lo estatal, empleado instituciones
legales, pretendiendo la unidad de los integrantes de la sociedad.
En esta unión se armonizan la voluntad general, como limitante para el autoritarismo y para el
fortalecimiento de las instituciones de carácter nacional, así como el progreso del pueblo. Es un
sueño de integración nacional y regional que supone un plan de acción macro para la cimentación
y difusión de la identidad cultural. Estas premisas sintetizan el ideal republicano que contiene el
Discurso de Angostura, pero que en el momento histórico no se ve acompañado por el apoyo de
los integrantes de la comunidad política ni respaldada por las diferentes vertientes étnicas que
confluían en las naciones independizadas.
Considera Zea, que esta falta de respaldo al proyecto bolivariano obedece, entre otras cosas, a la
carencia de identidad, puesto que el mestizaje en América Latina es considerado algo vergonzosa
y debía ocultarse. En este aspecto, de diversidad de razas construidas gravitando en torno a la
violencia europea, que permite el fortalecimiento de las ambiciones coloniales, provoca en América
graves divisiones internas y ambiciones sectorizadas, que se distancian de los proyectos comunes
de integración. Inclusive, luego de la pérdida de los primeros pensadores y próceres
independentistas, el optimismo termina en la fatalidad.
Puesto que, para Zea, los cambios políticos sucedidos son truncados y sustituidos por nuevos visos
coloniales, con actores políticos diferentes. Para ese momento, América se encuentra enfrentada a
su realidad, asfixiada por una dialéctica que impide la continuidad de los sueños del Libertador. La
independencia es considerada una tarea inconclusa, a la que las siguientes generaciones de
románticos, positivistas, espiritualistas, defensores de la filosofía de la liberación, la
interculturalidad y el pensamiento decolonial, han deseado dar continuidad.
Zea y el sueño de Bolívar
La independencia de los pueblos latinoamericanos acarrea transformaciones sociales, políticas y
económicas, para las que, en gran medida, las naciones no se encontraban preparadas, debido a las
asimetrías existentes, y la existencia del pasado colonial impuesto, que mantenía una coloniaje en
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todos los niveles de la vida. El pensamiento emancipador latinoamericano encabezado por Bolívar,
surge frente a la necesidad del pueblo de proclamar su libertad y de las naciones extranjeras de
ofrecer ayuda a la causa de la liberación del poder colonial.
Lograr la libertad es una empresa que trasciende lo militar. Ameritaba educar y concienciar al
pueblo para ella, y así romper con las formas de vida impuestas por los colonizadores. En vista de
esto, se opta por el despotismo como forma de gobierno, para encaminar la libertad y evitar la
anarquía en las nacientes naciones independientes. Los sueños de integración, de identidad
nacional, se diluían en medio de neocolonialismos que no alcanzaron a adoptar el proyecto
emancipador iniciado por Bolívar.
A pesar de esto, Zea logra comprender que la tarea independentista fue necesaria, urgente y un paso
necesario en la consolidación de la identidad en Latinoamérica. Conseguida la emancipación
política, solamente resta la emancipación mental, que necesita se conducida desde los mismos
espacios latinoamericanos. Es un trabajo que deja pendiente Bolívar tras su muerte y que las
subsiguientes generaciones han asumido sin lograr alcanzarla. En atención a esto, Simón Bolívar
y el resto de las independentistas, desplazan la importancia de educar al pueblo por la emancipación
y para lograr permanecer en ella.
El pueblo latinoamericano, aunque sujeto de derechos, permanecía en la abstracción, en una
retórica discursiva que englobaba la humanidad en general y, a pesar de que Bolívar reconoce la
importancia de señalar las desigualdades y su importancia, no logra imaginar la resistencia de las
masas hacia los cambios y a la liberación. Esto no significa que el pueblo debía negarse la libertad;
todo lo contrario, resultaba esencial mantenerlos en ella sin permitir retrocesos al colonialismo.
Según Zea, el error es ofrecer una libertad ilimitada, la que únicamente podía ser administrada y
contenida por medio de una praxis educativa completa. Romper las cadenas del esclavismo, de la
dominación española, es una tarea necesaria y no aplazable, por lo que Bolívar necesita del pueblo
y usa el momento histórico para darle protagonismo y otorgarle derechos. Sin embargo, el pueblo
que lucha a su lado contra la tiranía de la esclavitud no está formada para mantenerse firme en ella,
y cae nuevamente en las opresiones coloniales, manifestados en distintos actores políticos.
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El proyecto de Bolívar responde a la necesidad del pueblo, de la urgencia de la libertad que ha sido
negada desde la conquista, que le distancia del progreso y el crecimiento cultural. Empero, el gran
enemigo del pensamiento integrador y de la defensa de la identidad cultural bolivariana, es la
modernidad/colonialidad, que se encuentra impresa en la mente, hábitos y costumbres de los
habitantes latinoamericanos. No obstante, a pesar de las embestidas del poder colonial, el sueño
bolivariano tiene su continuidad, en otras voces y perspectivas, en los pensamientos de Alberdi,
Echeverría, Bilbao, Lastarria, Montalvo, Luz y Caballero, Valera, Altamirano, así como otros
pertenecientes a nuevas generaciones preocupadas por el progreso, destino y cultura americana.
Las nuevas generaciones de intelectuales pretenden continuar la labor inconclusa de la
independencia, orientando al pueblo a decidir si permanecer en las ataduras de la tiranía o adoptar
nuevos ideales, distintos de los parámetros coloniales. En este aspecto, no es posible la conciliación
de la independencia con formas de vida coloniales, pero, entrado el siglo XXI, esta tarea aún
permanece irresuelta y de ello deriva la importancia de la evaluación del pensamiento
independentista latinoamericano.
Como se puede vislumbrar, tanto el pensamiento político de Bolívar, así como sus campañas
militares, están signadas por una serie de circunstancias adversas, a las que se suman las constantes
tensiones ejercidas desde el continente europeo para truncar el progreso de la emancipación. Zea,
piensas que el proyecto asumido por Bolívar es fundamental y es diferente a cualquier otro, puesto
que involucra el tema de la cultura, de la relación del hombre americano con ella y de los procesos
de negación histórica hacia la misma. El proyecto asumido por El Libertador aspira a que el hombre
americano asuma su identidad, preserve la libertad, sea educado para el progreso y vida ciudadana,
y así darles sentido y legitimidad a los sacrificios hechos en las guerras de independencia.
La superación del colonialismo significa demostrar la grandeza de los pueblos. Es completar el
sueño del pensamiento bolivariano, poniendo fin a siglos de explotación colonial. Esto solamente
se puede de lograr, afirma Zea, a través de la integración y la conformación de la identidad cultural,
que puede establecer un orden propio de la libertad del hombre americano. Es decir, es la
culminación de un proyecto libertario, del día de América anhelado por Bolívar; es la unión de las
naciones latinoamericanas, luchando por mantener su libertad que, una vez lograda, podrá servir
de inspiración para la emancipación de otras regiones.
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No es un simple regionalismo sin sentido ni de un patriotismo caduco. Es la lucha tenaz para
alcanzar la libertad, la justicia social, la descolonización de la vida, que al igual que pretendía
Bolívar, conduzca a América a alejarse de los convenios con las grandes potencias y a no imitar las
instituciones establecidas en Estados Unidos. De conseguir esto, América Latina sería un
continente sustentable con autodeterminación.
A diferencia de los Estados Unidos, cuyo proyecto de libertad es egocéntrico y siempre pretende
la expansión imperial, América Latina tiende a alcanzar su emancipación, con miras a fortalecer la
autonomía regional. Los intereses de las naciones son los intereses de toda la región, la riqueza de
una significa el avance de todas.
Conseguir la integración, es un difícil camino por recorrer, que necesita de profundas
interpretaciones teóricas y filosóficas, sobre todo, por las amenazas en la nueva era de la
globalización. Para Zea, el problema de la identidad y cultura americana amerita de tratamientos
filosóficos profundos, que no pueden obviarse, para dar lugar a tendencias utilitaristas y
pragmáticas. Aquí radica la diferencia entre América Latina y América del Norte, que, en su afán
de imitar a Europa, se ha dispuesto a ser una copia a lo grande de la misma. Esto ha desembocado
en una cultura consumista, materialista, distanciada de los intereses humanos, sin permitir una
relación simétrica entre culturas.
Considera Zea, que el proyecto de la integración en Latinoamérica necesita de la toma de
consciencia de todos y cada uno de los latinoamericanos, de todos lo que han sido víctimas del
coloniaje y de la expansión global de la racionalidad moderno/occidental. También considera que
es una acción política alternativa, que conduce al rompimiento de los esquemas de servidumbre
imperial, esto sólo es posible con la consolidación de la identidad cultural, no como una búsqueda
de la identidad nacional fragmentada, sino como integrantes de una comunidad latinoamericana
trascendente, que se eleve más allá de las diferencias culturales o incluso de las igualdades que
definen a la región, es la búsqueda del sentido de pertenencia en la historia, tal cual fuera la utopía
bolivariana.
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Capítulo 3
Pensamiento de Bolívar en filosofía de Leopoldo Zea
Bolívar plasmo su pensamiento político en multitud de cartas, mensajes y discursos, documentos
entre los que destacan la Carta de Jamaica de 1815, el discurso en el Congreso de Angostura de
1819 y su Mensaje al Congreso Constituyente de Bolivia de 1826. Empero, respecto a la
integración no sólo pensó el problema, también obró en consecuencia al convocar el Congreso
Anfictiónico de Panamá en 1824.
Actualmente la idea de integración se ha extendido al espacio latinoamericano y caribeño y es un
tema vigente entre los latinoamericanos, debido a que, una vez lograda la independencia de España,
quedó como tarea pendiente con el nacimiento de las nuevas repúblicas el establecimiento de una
nueva integración en la libertad de aquel conjunto histórico conformado bajo el dominio colonial
hispano. Estos fenómenos los aborda Leopoldo Zea en sus obras literarias, haciendo gala de
amplios conocimientos, tanto de la historia americana como de la obra bolivariana, ejercitando –a
partir de allí– una aguda reflexión filosófica sobre América en el tiempo, con el pensamiento
político del gran caraqueño, Bolívar.
Historia y filosofía
La incorporación del ideario bolivariano a la historia del pensamiento filosófico latinoamericano
es una de las rasgos característicos de la obra de Leopoldo Zea. En sus estudios sobre la Historia
de las Ideas de América, el autor se interesa por el pensamiento del Libertador Simón Bolívar, en
el contexto de lo que denomina en su libro Filosofía de la Historia Americana (México, 1978) “El
proyecto libertario”, al hacer referencia a la historia de la formación del latinoamericanismo. En su
obra Dos etapas del pensamiento latinoamericano (México, 1949), incorpora un capítulo con el
nombre de “El pensamiento bolivariano”, culminando en el año 1980 esta línea de estudio con su
obra Simón Bolívar, integración en libertad, que es objeto de análisis en este capítulo.
La relación entre historia y filosofía en el quehacer filosófico de Zea no es casual. Significa, más
bien, un perfil distintivo en su obra filosófica que se origina, en primer término, de su formación
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al lado de sus maestros Antonio Caso, Samuel Ramos y José Gaos y de la influencia que ejercieron
en la formación y evolución de sus pensamientos, filósofos como Wilhelm Dilthey y José Ortega
y Gasset. Considera José Luis Gómez Martínez, que es con la obra de Ortega y Gasset y su
Filosofía de la razón vital, que el filósofo mexicano asume que todo pensamiento existe en diálogo
con sus circunstancias camino que lo ubica en el campo del historicismo y que le van a permitir:
deconstruir el dominio filosófico asignado a Europa y, a la vez, una legitimación de su
filosofar iberoamericanista, en el sentido de un filosofar que, por serlo de un referente
concreto iberoamericano, era también un filosofar auténtico.
Este historicismo, de origen hegeliano, es empleado por Zea en su artículo “La filosofía como
historicismo” publicado en Cuadernos Americanos (1942), donde, motivado a la relación entre
filosofía e historia en el pensamiento de Benedetto Croce, señala:
Toda filosofía es obra de un hombre y como tal se realiza en un determinado tiempo y lugar,
ésta es la razón de su condicionalidad histórica. Toda filosofía posee su piedra de toque, su
verdad, en su adecuación histórica.
A este respecto, sin negar la relación de la filosofía latinoamericana a la tradición occidental, para
Zea:
la experiencia de lo humano no se encuentra agotada en las experiencias del hombre
europeo. Hay otras experiencias y otros puntos de partida para llegar al hombre. Hay otras
formas de captación de lo humano.
Para conseguir esta captación, es que el filósofo se ha transformado también historiador de las
ideas, ya que la verdad no es intemporal, es más bien circunstancial, y se correlaciona con el pensar
de hombres que conviven en determinado tiempo y lugar. En su laureada obra, El positivismo en
México, con su primera edición en 1942, lo planteado no es registrar simplemente la presencia de
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una concepción filosófica en México, pretendidamente universal, sino responder el porqué de esas
ideas y quiénes las cultivaron y las difundieron.
Para esto, establece diferencias en su abordaje del problema, la verdad concebida como algo
intemporal y eterno, que hace que la relación entre la filosofía y la historia sean netamente
accidentales y la verdad circunstancial, que permite la caracterización de las verdades de la filosofía
relacionadas con las variables de espacio y tiempo, para hablar entonces, de verdades históricas.
Este marco de referencia es la que permite entender el motivo de la incorporación de figuras como
Bolívar en el itinerario del pensamiento filosófico latinoamericano, siendo la resultante de su
concepción historicista y la vocación universalista de su praxis filosófica que no busca nuevas
concepciones filosóficas sino, pensar sobre el hombre como realidad histórica universal.
Así lo demuestra en una de sus obras, al expresar lo que no debe significar hacer filosofía desde
nuestra América:
No se trata de hacer una filosofía que, al igual que las otras en el pasado, haga de sus
problemas y soluciones los únicos problemas y soluciones del hombre en América y sus
experiencias a la categoría del paradigma de lo humano.
Para conseguir esta perspectiva, universal y concreta, Zea invita a estudiar la historia de las
relaciones de América con la cultura europea, puesto que “nos servimos de ella, pero no la
consideramos nuestra, nos sentimos imitadores de ella”. Por esto, el filósofo expresa “el nudo de
nuestro problema: no nos sentimos herederos de una cultura autóctona, ésta carece de sentido para
nosotros; y la europea, aunque tiene sentido para nosotros, no la sentimos nuestra”. Los mismos
cuestionamientos se hace Bolívar en 1815, cuando predica la idea de la independencia y la libertad
de la América colonizada por Europa.
Debido a esto, los problemas que afronta el Libertador en su tiempo y lugar son los que Leopoldo
Zea considera nuevamente como problemas de las ideas fundamentales de los hispanoamericanos
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de ayer, hoy latinoamericanos. Por este motivo, el libro de Zea sobre Bolívar mantiene aún fresca
su vigencia.
Bolívar: El Libertador
En su libro, Simón Bolívar. Integración en la libertad, Zea parte de la concepción hegeliana del
héroe, que son aquellos “hombres de los que se sirve el espíritu, la humanidad, para alcanzar lo que
ha de ser su meta final, la libertad”. En palabras del filósofo alemán, se trata de “les agents d’un
but qui constitue une étape dans la marche progressive de l’Esprit universel” (Los agentes de un
fin que constituye una etapa en la marcha progresiva del Espíritu Universal). De allí nace su
excepcionalidad, no obstante, siendo la libertad el objetivo de la lucha de estos individuos
históricos, como bien lo define Hegel, Aunque llama la atención que no incluya a Bolívar, cuando
cita como figuras emblemáticas del Héroe a Alejandro Magno, César y Napoleón Bonaparte,
situación que lleva a Leopoldo Zea a establecer una primera diferencia con respecto a la concepción
de Hegel sobre aquellos héroes que define como universales, excluyendo a un personaje como
Bolívar.
Para Leopoldo Zea, los grandes héroes a los que hace mención Hegel lograron sin discusión el
calificativo de conquistadores, sin embargo, sólo Bolívar alcanzó el título de Libertador. Este es el
punto de partida de Zea, puesto que Bolívar es un héroe del mundo periférico, dominado por la
Europa conquistadora, que, a pesar de haber sido ignorado por Hegel, su vida generó gran interés
en escritores, filósofos, pensadores políticos e historiadores europeos del siglo XIX, en una
perspectiva más universalista, por tratarse de un personaje histórico que trasciende sus fronteras
para transformarse en Héroe del anticolonialismo universal.
No obstante, acota el fisofo mexicano, Bolívar, fue acusado por los envidiosos de tirano, déspota,
egoísta y ambicioso, murió decepcionado y amargado, “pero siempre respetuoso de la libertad que
él mismo había posibilitado a muchos pueblos, aun cuando esta misma libertad se convirtiese en
anarquía volviéndose contra él”. Eligió el exilio, antes que hacerse tirano de su propio país.
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Por esto, se le conoce a Bolívar como el hombre de las dificultades. Y esas dificultades, que fueron
de diferente índole, desde personales y familiares en su pequeño círculo caraqueño, hasta
geopolíticas y militares, en la gran batalla continental por la independencia, llevan a Zea a organizar
su estudio sobre cuatro grandes categorías de análisis. Que son postuladas por el propio autor de
la siguiente manera:
En este trabajo, intentare mostrar las grandes dificultades a las que enfrentó Bolívar. Dificultades
o problemas sintetizadas en cuatro aspectos: Las dificultades de lograr la identidad, la dependencia,
la libertad y la integración.
Identidad
La primera dificultad enfrentada por el pensamiento latinoamericano es el problema de la identidad,
conocer quiénes somos. Zea parte de la respuesta que en el siglo XVI dan los propios españoles al
tema, partiendo de la polémica entre Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas, sobre la
naturaleza humana de los pueblos autóctonos que habitaban el continente antes de la llegada de los
colonizadores europeos. El problema radicaba en saber quién era el indígena, que para el europeo
es “el otro”.
Pero a principios del siglo XIX, el problema del “quién soy” es diferente, porque es un criollo, un
mestizo, el que se hace la pregunta. Su respuesta es “no somos indios ni europeos, sino una especie
media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles”, esto lo escribió
Bolívar en 1815 en la “Carta de Jamaica” donde el Libertador define la América española como un
“pequeño género humano” que es un problema de lo más extraordinario y complicado.
Para Zea, la perspectiva que toma el Libertador es de vital importancia , debido a que logra definir
el carácter de la lucha independentista y emancipadora, tocando el tema de originalidad del hombre
nacido en la Arica Latina, originalidad que descansa en la propia negación de sí. Somos seres
divididos que únicamente la supresión de una parte de mismo y el predominio absoluto de la otra
parece darle unidad. ¿Qué significado tiene esto?
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América es parte de una sola gran entidad, la creada por la conquista española al expandirse sobre
ella, dice Zea. Aquí se encuentra el origen. Pero a pesar de que el Imperio Español impuso su
lengua y su cultura, no integró como iguales a los colonizados. Manteniéndolos al margen, anulados
por la imposición y el mestizaje como signos de inferioridad. Expresa el filósofo: “Inferiores por
ser naturales de esta América, por haber nacido en ella, y por ser expresión de la concupiscencia,
el pecado del conquistador y el colonizador”.
La identidad es el origen de esa situación que surge de la toma de conciencia. Lo que llevó a Bolívar
a decir “El hombre de esta América tendrá que asumir su ilegitimidad, su bastardía, haciendo de
ella punto de partida de nuevas expresiones de legitimidad humana”. Empero se trata de una noción
de identidad que desde el principio es fundada en la diversidad. No obstante, esta diversidad impide
apreciar la unidad, lo que divide el pensamiento hispanoamericano posterior entre quienes piensan
que es necesario anular lo diverso, asumiendo lo originario como inferioridad. Este elemento
alimenta la idea positivista de lo propio como barbarie, frente al ideal bolivariano de asumir lo
diverso bajo el principio de la igualdad, transformándola en punto de origen de la legalidad,
evitándose el peligro de imitar lo que es bueno para otros pueblos.
Por este motivo, la independencia política debe subir un tramo más, avanzar hacia la emancipación
del individuo por su conciencia, que es el camino a la libertad. Lo contrario, significa la continuidad
de la dependencia, de la servidumbre y la marginalidad.
Dependencia
La dependencia conforma el segundo problema planteado, Zea lo asume desde una interrogante:
¿Por qué somos así? Él muestra la naturaleza del problema planteado: El rostro de la identidad de
esta América, con el que tropezó Bolívar, era el rostro de tres largos siglos de dominación
impuestos por Iberia, a los hombres conquistados. Un tipo de dominación sin semejanza con otras
dominaciones en la historia.
Es a partir de la toma de conciencia de esta dependencia y del conocimiento de su forma de
incubarse en la mentalidad que parte el propio Libertador, cuando muestra sus consecuencias en el
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orden político al indicar que, en el coloniaje los americanos “no ocupan otro lugar en la sociedad
que el de siervos propios para el trabajo, y cuanto más, el de simples consumidores”. Expresa Zea,
que se trata de una humanidad y una cultura regateadas, negadas y, por tanto, puestas al margen de
lo humano y de la historia.
Al profundizar en la dimensión de la dependencia, Bolívar habla de “hábitos a la obediencia, sin
examen”, mientras que no pocos han pensado que esta realidad es lo superable con la inmigración
europea o la importación de costumbres. En virtud de esto, Leopoldo Zea examina detenidamente
los vicios de la servidumbre puesto que: “Para hombres y pueblos formados en tal situación, sería
bien difícil el mantenimiento de las libertades alcanzadas en determinada coyuntura histórica”.
Sobre la identidad diluida en la servidumbre y la dependencia es que el autor pasa a analizar el
tercer problema, el de la libertad.
Libertad
La interrogante es la siguiente: “¿Es posible ser de otra manera? O, de forma más radical, “¿es
posible ser otro?” Este asunto conduce a otra disyuntiva: ¿Cómo hacer para que esta identidad sea
distinta? Simón Bolívar, se plantea transformarla por medio del ejercicio pleno de la libertad
republicana, signada con una educación popular capaz de transformar en ciudadanos a aquellos
hombres y mujeres que anteriormente fueron esclavos y vasallos.
Otros, buscarán transformarla por otra, que es el camino a una nueva dominación. Así se observará
cómo una parte de los americanos se empeñará en acabar con la otra parte, incubando un proceso
de desarraigo mental y racial de los hombres y mujeres del continente mestizo. La perspectiva se
complica n más con el hecho de que la libertad, en misma, conlleva grandes riesgos, ya que
muchos de los héroes independentistas sucumbieron ante la ambición y la codicia.
El ideal de soberanía popular, el ejercicio de la ciudadanía, el respeto al Estado de Derecho no será
promovidos, sino más bien, el despotismo, la servidumbre y la arbitrariedad. En el o 1814,
cuando Caracas recibe a Simón Bolívar como Libertador, tras el triunfo de la Campaña Admirable,
él exclama: “Ciudadanos: yo no soy el soberano. Vuestros representantes deben hacer vuestras
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leyes; la hacienda nacional no es de quien os gobierna”. Y en aquellos difíciles años, cuando la
guerra le impone asumir la dictadura, señala:
No usurparé una autoridad que no me corresponda; yo os declaro, pueblos, que ninguno
puede poseer vuestra soberanía, sino violenta e ilegítimamente: Huid del país donde uno
solo ejerza todos los poderes: es un país de esclavos.
No obstante, la libertad duramente conquistada en la guerra de independencia contra España es
apenas el comienzo. Es necesario crear las condiciones para ejercerla y mantenerla. En la obra
comentada de Zea, se tres estudian tres escenarios posibles para solucionar este problema:
La delegación, que corresponde a la ley que somete todos los poderes limitando la
soberanía misma.
El orden, con el propósito de levantar gobiernos fuertes para buscar el equilibrio
social, contra la anarquía popular y el abuso de los grandes.
La igualdad social que posibilita la conquistar de la libertad para todos, que en suma
es la clave para construir verdaderas repúblicas. En este orden de ideas, para Bolívar,
la justicia es la vía y la reina de las virtudes republicanas, ya que se trata de países
que vienen de un mundo sustentado en la exclusión y la injusticia.
Integración
Primeramente, es preciso señalar que la unión contra España es la condición necesaria para lograr
la independencia. Pero luego de conseguida ésta, la unidad pasa a ser la coraza con la que cuentan
las nuevas repúblicas para preservar la libertad conquistada. Esta sería la fórmula, pero con
conciencia de que la diversidad étnica y social que caracteriza a los países de la América Latina
debe ser utilizada, no para la división sino para la integración.
49
No se debe olvidar, que la monarquía española, lejos de cultivar la integración de todos aquellos
pueblos colonizados, s bien exaltó las diferencias. la integración nace del reconocimiento de
esas diferencias. Leopoldo Zea, en la corta pero densa obra aquí comentada, señala que el ideal de
integración de Bolívar es un sueño.
Bolívar la piensa y la proyecta como una visión del futuro. “¡Qué bello sería que el Istmo de
Panamá fuese para nosotros lo que el Corinto para los griegos!” Empero ese sueño ha tomado el
camino de los hechos. Ayacucho signifila obra de una integración militar. Panamá, el empeño
de una unión política que sirvió de faro a los nuevos escenarios de la integración, a lo bolivariano
con la creación de la Alternativa Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (alba) en el año
2001, la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) en 2008 y la Comunidad de Naciones de
América Latina y el Caribe, recientemente, en la Cumbre de Cancún, de 2010.
No se necesita más anarquía, ni diferencias, ni desencuentros entre las naciones, pueblos y estados
que hoy forman parte de este universo diverso, rico y complejo que es América Latina y el Caribe.
Es necesaria la integración, siendo el único camino posible, pero una integración en libertad. La
obra de Leopoldo Zea lo despliega con toda claridad.
50
Capítulo 4
El pensamiento de Leopoldo Zea
El pensamiento de Leopoldo Zea motiva a los latinoamericanos a la búsqueda permanente de su
identidad; siempre analizando las constantes culturales de los pueblos de nuestra América. En la
actualidad el pensamiento de Leopoldo Zea continúa vigente, ya sea desde las nuevas posiciones
referidas al latinoamericanismo, los reajuste geopolítico de los llamados países centrales y
periféricos, o desde los movimientos democráticos de los países latinoamericanos y caribeños en
su inserción a la actual globalización.
El estudio detenido de América Latina, de lo latinoamericano, de su ser, de su influencia, de su
diversidad, de su riqueza necesita de espacios propicios para favorecer ese estudio, en el que los
investigadores puedan encontrar soluciones a problemas determinados, estudiar situaciones,
actitudes, maneras de ser y difundirlas universalmente. Zea tenía esto siempre presente, para que
el latinoamericano tenga presencia y se conozca se menester atender los aspectos de investigación,
educación, difusión y divulgación del conocimiento que se genera en torno de América Latina
como objeto y sujeto de estudio.
El siempre recordado Leopoldo Zea, acometió y llevó a feliz término muchas empresas culturales,
entre otras: centros de investigación, programas de estudio, colecciones de libros y revistas
académicas y de opinión. Destacando, el Centro Coordinador y Difusor de Estudios
Latinoamericanos (CCYDEL), hoy Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe
(CIALC), y Cuadernos Americanos. Siempre dedico a los proyectos grandes esfuerzos, hasta sus
últimos empeños por estudiar y analizar a América Latina y el ser latinoamericano.
El Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos, ahora una oficina especial del
cialc, nace de su tenacidad y su vasta visión, constituyendo uno de sus grandes proyectos a partir
del cual propicia la investigación, la docencia y la difusión del latinoamericanismo. Asimismo,
dinamiza y privilegia la divulgación a partir de dos instancias que se coordinan mediante esta
oficina: la Federación Internacional de Estudios sobre América Latina y el Caribe (FIEALC) y la
Sociedad Latinoamericana de Estudios sobre América Latina y el Caribe (SOLAR). Las dos
abarcan todo el mundo y proveen de impulso a los estudios latinoamericanos y la creación de
51
grupos académicos y centros formales de investigación que actualmente, ven a Leopoldo Zea como
un autor muy prolífico, con más de cincuenta libros propios; sin embargo, su accionar y su pasión
lo llevaron a constituirse en actor principal en la dirección y la promoción de colecciones de libros
y revistas, debido a su gran interés por dar a conocer y promover el pensamiento latinoamericano
y el ser y quehacer de la región que lo condujo a estimular la cultura y el saber desde la expresión
literaria.
Como una muestra al respecto, se mencionará algunas colecciones dirigidas por él y que en la
actualidad son parte esencial de la cultura de la América Latina. En el año 1952, teniendo como
antecedente las aportaciones del Grupo Hiperión en torno a lo netamente mexicano y el ciclo de
conferencias dictadas sobre el tema, Zea logra fundar el Centro de Estudios sobre lo Mexicano,
que se dedica al análisis de problemas concretos del país a partir del trabajo de filósofos,
historiadores sociólogos y psicólogos. De esta forma, se incuba en él la idea de publicar una
colección de investigaciones titulada “México y lo Mexicano”, editada por Editorial Porrúa entre
1952 y 1956.
Historia de las Ideas de América Latina (1956), es publicado por el Instituto Panamericano de
Geografía e Historia y el Fondo de Cultura Económica y con este mismo nombre se crea la revista
correspondiente, editada entre los años 1959 y 1961, producto de su gestión como presidente del
propio Comité de Historia de las Ideas en América Latina del referido Instituto Panamericano de
Geografía e Historia, que en el año 1974, lo impulsa a publicar la colección Tierra Firme, por el
FCE, y Nuestra América, en 1982, por la UNAM.
El tema de reflexión preferido por Leopoldo Zea fue la diversidad cultural, acomo la historia
común y diferente del comportamiento político y económico de América Latina. También es
destacable, la actividad intelectual de sus empresas culturales y los espacios para la expresión de
las ideas, las opiniones y los saberes que conforman el espectro de los diferentes momentos
históricos.
Leopoldo Zea aprovecha estos espacios y los promueve, transformándolos en una cita obligada
cuando se hace el balance de las revistas sobre el conocimiento y la expresión de lo
latinoamericano. Entre las empresas más sobresalientes del siglo XX se encuentran las revistas
52
culturales orientadas a expresar el conocimiento, las ideas, la opinión de científicos, académicos y
escritores.
En el siglo XIX experimenta un auge la ciencia y las asociaciones científicas, académicas y
culturales, que son causa y efecto de movimientos políticos y de cambios sociales y culturales. Las
revistas facilitaban la interrelación entre la ciencia y la literatura, las ciencias sociales y el
pensamiento filosófico y político. En el ámbito latinoamericano, las revistas expresaban las
tendencias políticas y la reafirmación de una identidad frente a la suplantación de una cultura
nacional por otra, o la convivencia de culturas que, a su vez, impulsaría una interculturalidad que
da vida a la actualidad latinoamericana.
La afinidad, y no la uniformidad, entre los deres culturales permite que tanto autores como
lectores se agruparan en torno a una causa; así, la colaboración entre intelectuales y seguidores de
ideas y perspectivas comunes permiten hablar de colegios invisibles y, expresando en términos
actuales, de “redes sociales” y de “redes académicas”. En el pasado, sobre la base de la tecnología,
de la estenográfica y la imprenta; y en la actualidad, empleando las tecnologías digitales y el
Internet.
La familia de escritores y lectores, y el apoyo de empresas e instituciones que han creído en lo
valioso de la educación y la cultura para el crecimiento de los individuos y de los pueblos, son las
que han permitido el nesis y el desarrollo de estas revistas porque, las mayoría de las, no son
autofinanciables, y tanto escritores como empresas creen en el conocimiento como un factor común
de beneficio para el colectivo.
Se puede iniciar esta muestra con Tierra Nueva. Es fundada en 1940 mediante el esfuerzo de un
grupo literario y académico conformado por Alí Chumacero, JoLuis Martínez, Jorge González
Durán y Leopoldo Zea. La revista pretendía tender un puente entre las generaciones en el campo
cultural mexicano. Más adelante, se incorporan al proyecto otros jóvenes, como Manuel Calvillo,
José Cárdenas Peña, Bernardo Casanueva Mago, Francisco Giner de los Ríos y Alfredo Cárdenas
Peña. Este grupo ambicionaba rescatar una tradición y, sin apartarse de sus intereses literarios,
añaden la prosa crítica en sus páginas.
53
Deslinde fue una revista de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM; nace en 1968 como
órgano integrador de las diferentes expresiones disciplinarias y de vida de la Facultad. La
publicación consiguió la colaboración de los académicos de la Facultad y de invitados nacionales
y extranjeros; con periodicidad cuatrimestral y Leopoldo Zea fue su director entre 1968 y 1970. La
revista contó con un Consejo de Redacción de gran significado cultural, como Luis Villoro, Rosario
Castellanos, Jorge Alberto Manrique y Margo Glantz.
La Revista de la Universidad de México inició sus actividades en 1930 y teniendo una prolongada
vida como órgano de expresión cultural de la UNAM. El director fundador fue Julio Jiménez
Rueda. En su dilatada trayectoria, la revista cuenta con distinguidos directores del mundo de las
letras, el arte y la cultura. En mayo de 1970 asume la dirección Leopoldo Zea, imprimiendo un
sello característico, la creación de números monográficos sobre personajes de la cultura y de la
política, referentes de la historia universal y mexicana y de la propia universidad, como José Gaos,
Amado Nervo, Vladimir Ilich Lenin, Arturo Rosenblueth y Lázaro Cárdenas. Zea culmina este
ciclo en 1976.
Muchas de las empresas editoriales de Leopoldo Zea se relacionaban con su trabajo académico y
cultural. En el año 1966 es nombrado Director de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM,
puesto que ocupa hasta 1970, cuando es nombrado Director General de Difusión Cultural de la
UNAM. Del año 1982 a 1995 es elegido director del Centro Coordinador y Difusor de Estudios
Latinoamericanos (CCYDEL), en el que desempeña un papel muy importante en dos esfuerzos
editoriales que son referentes obligados en los Estudios Latinoamericanos. Estas fechas son
especialmente significativas porque se relacionan con la aparición de Latinoamérica: Anuario de
Estudios Latinoamericanos y de Cuadernos Americanos.
La revista Latinoamérica: Anuario de Estudios Latinoamericanos nace en el año 1968 por la
iniciativa de Zea. La Facultad había creado, en el año 1966, el Centro de Estudios
Latinoamericanos, que juntaba la docencia de la licenciatura, la maestría y el doctorado
correspondientes para estimular el conocimiento sobre la cultura de “Nuestra América”.
Latinoamérica es un anuario concerniente a las expresiones de esa época, antes y después de los
movimientos estudiantiles, los políticos y sociales, a como también, de los movimientos
educativos que se dan a partir del ‘68.
54
En el año 2003, a partir del número 36, Latinoamérica sufre una modificación como revista
semestral de investigación bajo la responsabilidad del Centro de Investigaciones sobre América
Latina y el Caribe (CIALC , que a su vez es producto de la transformación del CCYDEL fundado
por Leopoldo ZEA), que con el tesón y el espíritu creativo de la comunidad se logra consolidar
como centro de investigación.
A lo largo de los años, la revista ha mostrado calidad logrando consolidarse y se encuentra indizada
en el Hispanic American Periodicals Index (HSPI), en el Índice de Revistas de Educación Superior
e Investigación Educativa (Iresie), en Citas Latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades
(Clase), en la Scientific Electronic Library Online (SciELO), en el Sistema Regional de
Información en Línea para Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal
(Latindex) y en la Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal
(Redalyc). De igual forma, es reconocida en la lista “Revistas de Excelencia” del CONACYT. El
esfuerzo editorial es muy actual, ya que se encuentra disponible en papel y en medio digital en
texto completo, tanto en el portal de la revista de la UNAM como en el de Redalyc. Esto es un
esfuerzo que inicio Leopoldo Zea y que sus alumnos y seguidores han hecho crecer con gran
esmero.
Latinoamérica es considerado un proyecto cultural que no podía estar alejada de los cambios en
América Latina, en la conformación de redes del conocimiento y de las propias publicaciones, que
ha promovido la toma de conciencia de la realidad de “Nuestra América”, de sus hombres, sus
realidades y sus preocupaciones.
Otra gran hazaña cultural en la América Latina es Cuadernos Americanos. El contexto mexicano,
latinoamericano y mundial que determina el nacimiento de Cuadernos Americanos en el año 1942,
estuvo enmarcado en la Segunda Guerra Mundial, el régimen franquista, el gobierno de Lázaro
Cárdenas y su política exterior respecto al exilio español. Estos acontecimientos marcaron la
política de la revista que, en sus inicios, da cabida a España, la del exilio y la peninsular,
conviviendo con la identidad y la presencia de América Latina como lo determina su subtítulo: “La
Revista del Nuevo Mundo”.
55
Luego de 43 años de grandes logros se logra consolidar como La revista del pensamiento
latinoamericano. En el año 1985, muere su creador y motor, Jesús Silva Herzog, quien siempre
expresa su deseo de que la UNAM recibiera la revista para proseguir con su misión. Durante el
rectorado de Jorge Carpizo, se apoyan proyectos culturales tanto en la sica, las artes plásticas,
las letras y el trabajo editorial. Carpizo, consciente del perfil latinoamericanista de la revista, pide
a Leopoldo Zea que dirija una de las más importantes empresas culturales de la región. Zea, desde
el CCYDEL, modelada la nueva era de Cuadernos Americanos. Discípulo de José Gaos, difunde
el anhelo de reconocer el pensamiento latinoamericano y una Latinoamérica unida.
La dedicación y el compromiso que manifiesta Zea en esta empresa académica y este espacio de
discusión hacen de Cuadernos Americanos un gran referente para comprender el desarrollo y las
tendencias intelectuales de Latinoamérica y su relación con otras geografías y culturas. En el
número 107 se rindió un merecido homenaje a la obra y el pensamiento de Leopoldo Zea.
Para culminar este recorrido de parte de la obra y legado de Leopoldo, Zea se hará referencia a la
revista Archipiélago; tal como lo expresa su director general, Carlos Véjar Pérez Rubio, para
concebir un esfuerzo independiente como lo es esta publicación, se requería de un gran
compromiso, una convicción de vida y el respaldo emocional de grandes personajes que compartan
los mismos ideal. Precisamente, una figura del peso intelectual de Leopoldo Zea interpreta un papel
muy importante para estimular la aparición del número cero.
El grupo integrado, entre otros, por Horacio Cerutti, Ricardo Melgar, Gustavo Vargas y el propio
Véjar, es respaldado por el entusiasmo y los buenos augurios de Leopoldo Zea, puesto que, desde
el primer número, los apoya con algunas contribuciones académicas y con su presencia en la
promoción de Archipiélago: Revista Cultural de nuestra América, cuyo número cero aparece en
1992, y el número 1 en mayo de 1995. En el discurrir del tiempo, Archipiélago ha contado con el
apoyo del CIALC, donde la figura de Leopoldo Zea como fundador del Centro sigue estando
presente.
56
Capítulo 5
Leopoldo Zea en “Cuadernos Americanos”
Cuadernos Americanos es la revista de alcance internacional orientada a la reflexión y debate sobre
la América Latina que, en el centenario de Leopoldo Zea (2012) cumplió setenta años de fundada.
La revista es una publicación periódica que ha sido un espacio multidisciplinario por excelencia en
donde el maestro Leopoldo Zea dio a conocer su quehacer filosófico. Esta afirmación está
fundamentada en la publicación de 148 trabajos del autor, que abarcan desde 1942 hasta 2003.
Al igual que un ilustre grupo de intelectuales mexicanos y españoles exiliados, Leopoldo Zea logra
identificar en Cuadernos Americanos la oportunidad para la difusión de su pensamiento y arrancar
con un proyecto que, de forma permanente, relacionara el pensamiento filosófico con el pasado y
el presente de América Latina, así como lo postula Alfonso Reyes en el acto de presentación del
primer número de Cuadernos Americanos, cuando afirmar:
[...] estamos prestos a entablar el diálogo entre iguales. Y para este propósito, y en la medida
de nuestras fuerzas, salen hoy, en México, los Cuadernos Americanos, mediante la
cooperación de un puñado de hombres de buena voluntad.
Leopoldo Zea atiza desde la academia los diversos temas que surgen del espectro cultural
latinoamericano; invitando a pensar y estudiar la región como un todo para que se pueda entender
su presente y vislumbrar las mejores condiciones para enfrentar el futuro. La revista, ofrece a los
lectores interesados por los problemas y manifestaciones culturales latinoamericanas, el privilegio
del desempeño del filósofo mexicano como su director desde el año 1987 hasta su muerte en 2004.
La primera nota que distinguió el marcó el pensamiento de Leopoldo Zea, siguiendo a Ortega y
Gasset, es que el pensamiento no existía sino como un diálogo con la circunstancia, al filosofar
había que seguir un proceso asuntivo, que se relacione con los sucesos del entorno. Al hacer el
abordaje de la Historia Latinoamericana, Zea descubre un legado filosófico que, a su juicio, se
encuentra desordenado y aislado por sus autores.
57
Los enfoques de Zea parten siempre de cero, de un principio persistente sin continuidad. Esta
realidad lo lleva a identificar que no se ha llegado a formular un discurso filosófico
latinoamericanista. Este aislamiento en las reflexiones filosóficas sobre América representa la
negación de su pasado colonial. Para el filósofo, sólo los pueblos que no asimilan su historia pueden
sentirse amenazados por ella, de allí que es necesario asumir el pasado para superarlo.
Desde Cuadernos Americanos, Leopoldo Zea asume una postura generacional, expresando en 1942
lo siguiente:
Lo que nos inclina hacia Europa y a la vez se resiste a ser Europa, es lo propiamente nuestro,
lo americano”.
La afirmación le acarrea dos implicaciones, por un lado, la percepción de la declinación de valores
europeístas que, aunque afectan a Iberoamérica, no representan lo iberoamericano y por el otro,
apunta a una conciencia de que lo europeo no es lo iberoamericano. En una gran cantidad de
ensayos, sus reflexiones responden la pregunta ¿qué es lo iberoamericano? Para Zea, la crisis
europea afecta a Latinoamérica en un sentido positivo, puesto que ser americano “había sido hasta
ayer una gran desgracia, porque no nos permitía ser europeos” empero ser diferente implica asumir
el carácter, la personalidad propia y con esto, recuperar el pasado cultural.
Se considera que los años claves en la formación de un grupo intelectual desde la revista Cuadernos
Americanos, son entre 1944-1946. Durante este periodo, Zea se aboca a investigar el pensamiento
latinoamericano de los siglos XIX y XX.
Leopoldo Zea, como discípulo de JoGaos y Samuel Ramos, resulta el heredero de esta
preocupación y es quien encabezará la dirección más fecunda del movimiento filosófico
iberoamericano de la segunda mitad del siglo XX. El contacto clave entre los grupos
argentinos y mexicanos tiene lugar entre 1945 y 1946; motivado por un prolongado viaje
de investigación que hace Zea por los países iberoamericanos. El viaje le brinda la
oportunidad a conocer a Francisco Romero y él le presenta a varios venes filósofos que
se iniciaban en la década de los cuarenta.
58
Cruz Costa expresa respecto a esto que “a partir de 1945 lentamente comienza a formarse
alrededor de Leopoldo Zea, en América Latina, un pequeño grupo de interesados en el
estudio de la Historia de las Ideas”. A partir estas fechas data su amistad, con: José Luis
Romero (Argentina), Arturo Ardao (Uruguay), Joao Cruz Costa (Brasil), Francisco Miró
Quesada (Perú), Mariano Picón Salas (Venezuela), Benjamín Carrión (Ecuador).
En el año 1947, bajo la presidencia Silvio Zavala en la Comisión de Historia del Instituto
Panamericano de Geografía e Historia, se crea el Comi de Historia de las Ideas en
América, su primer presidente es Leopoldo Zea. La primera plataforma internacional del
grupo tiene lugar en 1950 a través del debate sobre los lazos entre la filosofía americana y
la historia de las ideas que se originó en el Tercer Congreso Interamericano de Filosofía,
celebrado en México. Este esfuerzo se logra consolidar en 1956 en Puerto Rico, en el Primer
seminario sobre la Historia de las Ideas en América y en la Revista de Historia de las Ideas.
Con estos ilustre miembros del pensamiento latinoamericano de mediados del siglo XX, Zea
bosqueja en “América como problema” la recuperación del pasado cultural de la región. En este
mismo orden de ideas se pueden encontrar ensayos que continúan en este esfuerzo, tales como:
“Las dos Américas” (1944), “Una filosofía de la historia hispanoamericana” (1945) y “Nacimiento
de una conciencia americana” (1947).
Aunque cuando el proyecto latinoamericanista se enmarca en la preocupación mundial, Leopoldo
Zea se adelanta a la necesidad de tomar conciencia de la condición de dependencia de América
Latina. Gran parte de sus trabajos corresponden, a la revolución anticolonial de los pueblos
marginados frente a las metrópolis occidentales. Por este motivo, Zea señala que “no” era él
pensador el que imponía los temas, sino éstos eran los que se imponían al pensador.
Desde Cuadernos Americanos, su posición dialógica le permite asumir la realidad de
Latinoamérica y debate las posiciones extremas de europeístas y de indoamericanistas. A los
primeros, los cuestiona por la negativa de aceptar y valorar los elementos precolombinos presentes
en el contexto regional; y a los segundos, por su pretensión de comenzar desde cero, puesto que
esa posición promueve un rechazo de aquello que se relaciona con Europa.
59
En sus primeros trabajos filosóficos, Zea expone la preocupación por la busca de definición, como
manifiestos de generación, como testimonios de compromiso. En un ensayo publicado en
Cuadernos Americanos, “La filosofía como compromiso” (1949), Zea plantea el problema, de
manera simple y programática:
[...] la cultura de Europa forma parte de nuestra cultura; por esto una de las tareas de nuestra
filosofía es desarrollar los temas propios de dicha cultura; pues bien, estos temas se pueden
desarrollar bajo una dimensión abstracta, olvidándose del referente concreto que los hizo
posible, o pueden desarrollarse re-contextualizándolos, pero ahora en un referente propio,
en un referente iberoamericano. Los temas tienden a ser vistos desde la circunstancia propia
del hombre americano. Cada hombre observa de estos temas aquello que más se amolde a
su circunstancia.
Con la dimensión del pensamiento de Ortega y Gasset sobre sus estudios del positivismo en
México, Zea aporta en Cuadernos Americanos los fundamentos para una independencia cultural
con características de igualdad en la reflexión filosófica a la circunstancia iberoamericana.
Propugna que toda filosofía es obra de un hombre y como tal se realiza en un determinado tiempo
y lugar, siendo ésta la razón de su condición histórica. Tiene su verdad en su adecuación con la
realidad, sólo que esta realidad no resulta permanente, es más bien histórica.
Por lo anterior, para el maestro Zea, la misión filosófica del latinoamericano, partiendo de esta
perspectiva, puede problematizar el pensamiento europeo y así colaborar en plano de igualdad en
su discurso. A través de su historia, Cuadernos Americanos combina las concepciones que se
construyen desde España y Portugal hasta América Latina y el Caribe.
Esto, le permite a Leopoldo Zea generar debate en sus páginas de varios asuntos que inquietan al
autor y también lo enfrentan al pensamiento occidental. Los aniversarios del descubrimiento de
América o “el encuentro de dos mundos”, invitan a Leopoldo Zea a reflexionar sobre lo europeo
que coloca lo americano en sus márgenes. Formulándose la pregunta ¿qué hacer con 500 años?, así
como su pertinaz búsqueda del camino para la superación del pensamiento occidental, si se asume
y se enfrenta a la vez; si se problematiza desde sus presupuestos mismo, mediante la
60
contextualización iberoamericana. Lo que se conoce a partir de la década de los sesenta, desde la
revista, como pensamiento de la liberación.
Diferentes contenidos de su vasta producción bibliográfica son avances de investigaciones y
reflexiones publicados por Cuadernos Americanos. Destacan de aquellos ensayos, los siguientes:
En torno a una filosofía americana (1947), Dos etapas del pensamiento en Hispanoamérica
(1949), América como conciencia (1953), El pensamiento latinoamericano (1965), Dialéctica de
la conciencia americana (1975), Discurso desde la marginación y la barbarie (1988), El regreso
de las carabelas (1993) y Fin de milenio: emergencia de los marginados (2000).
De forma similar, desde Cuadernos Americanos rinde tributo a sus maestros y colegas, Ortega y
Gasset, Arturo Ardao, Darcy Ribeiro y Octavio Paz, y comparte en sobremesa literaria otros
aniversarios como los de Ariel, Antropos y otras publicaciones semejantes. A las grandes potencias
neocolonizadoras, Leopoldo Zea les dedica varias reflexiones para cuestionarlas en sus páginas
las consecuencias y los resultados de una “Guerra Fría” hacia una “Guerra Sucia”, lo arbitrario del
desarrollo desigual en América Latina, las problemáticas de la modernidad, la globalización y la
intervención contra los países de nuestra América.
Otras de las manifestaciones en Cuadernos Americanos que une a los latinoamericanos e invita al
resto del mundo a conocer la región, es la publicación del pensamiento de Leopoldo Zea sobre
temas que ocupan la palestra actualmente, como: la identidad continental multiétnica y
multicultural, los problemas de integración, de marginación, de migración, las democracias y los
retos para el “Tercer Milenio” en la América Latina.
A su México natal, le dedica su política, le incrimina la pobreza, los indígenas y la situación de
Chiapas. En otras ocasiones, en Cuadernos Americanos, exalta su amor por su origen, a los grandes
próceres independentistas de historia de nuestra América, como Bolívar y Martí, sus reflexiones
sobre Cuba. También publica sus discursos sobre la inauguración de los congresos de la Federación
Internacional de Estudios sobre América Latina y el Caribe (FIELAC) y de la Sociedad
Latinoamericana de Estudios sobre América Latina y el Caribe (Solar), y otras intervenciones en
congresos y conferencias internacionales.
61
Publica agradecimientos y reconocimientos; también sus palabras al recibir los premios y en la
recepción de los Honoris Causa que le son otorgados por diversas universidades del mundo.
Durante sus más de noventa años de vida, en diversas obras plasma su amor y dedicación a la
filosofía y a la historia de las ideas. Este excelso filósofo latinoamericano logra incubar unanea
de pensamiento, que se vincula estrechamente al ámbito de nuestra América.
Zea se logra distinguir siempre como formador de discípulos que continúan alimentado su legado
y profundizan en el análisis que realizó de los problemas en Latinoamérica a través de múltiples
artículos y colaboraciones periodísticas. Como promotor cultural, funda en varios países
latinoamericanos entidades que se dedican al estudio y a la difusión de investigaciones sobre la
patria grande. Así lo hace en 1947, cuando propone la creación del Seminario sobre Historia de las
Ideas en América en el seno de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, institución
universitaria en la que posteriormente, en el año 1978, consigue fundar el Centro Coordinador y
Difusor de Estudios Latinoamericanos (CCYDEL), actualmente Centro de Investigaciones sobre
América Latina y el Caribe (CIALC).
62
Capítulo 6
Leopoldo Zea en los estudios latinoamericanos
El filósofo latinoamericanista
Una sello característico de la filosofía es buscar los fundamentos, las bases y los principios para
lograr la comprensión de una situación, un problema o una cuestión, aunque esto no sea privativo
de la filosofía, tal como indica en una entrevista el Dr. Ricardo Guerra, y agrega que:
[...] el crecimiento filosófico, aun cuando no se ahonde mucho en ella, es esencial en la
medida en que contribuye a formar la capacidad crítica, la capacidad de cuestionar las cosas
y de no dar por aceptado o por hecho las cosas sin buscar las razones que lo justifican o que
lo fundan [...] Así, la formación filosófica es fundamental en nuestra época. Puesto que, uno
de los problemas más graves de la educación a nivel universitario y nacional es que no se
le ha dado la importancia debida a esta formación.
Insiste en que un principal problema, consiste en que la Universidad debe plantearse la relación
entre la educación nacional y el correspondiente desarrollo de todos los países latinoamericanos.
Estos lejanos planteamientos del Dr. Guerra, traen a escena el pensamiento y las acciones de
Leopoldo Zea, y sus cualidades: filósofo de formación, estudioso de la historia, político visionario,
científico innovador en la proyección de sus ideas, artista por la creatividad en la materialización
de éstas y de sus emociones, de lo subjetivo.
Así, ante estas cualidades nace el espíritu inquieto y tenaz de Zea con respecto a la inclusión de la
Geografía en la formación del licenciado en Estudios Latinoamericanos, que es resultado de su
pensamiento filosófico y de su práctica política. Este trabajo es posible abordarlo desde diferentes
enfoques, partiendo de las remembranzas de la formación y del trabajo de Zea desde la década de
los años veinte del siglo pasado.
63
El objetivo de este capítulo es demostrar cómo se desarrolla la relación entre la Geografía y los
Estudios Latinoamericanos, partiendo de algunos elementos del pensamiento filosófico
latinoamericanista de Zea y de su praxis política como académico de la Facultad de Filosofía y
Letras de la UNAM, a través de un breve recorrido histórico.
Zea y el pensamiento filosófico Latinoamericano
En una entrevista realizada a Leopoldo Zea expresa que, a raíz de un comentario de José Gaos, se
cuestiona si la filosofía es pensar en su realidad, lo que le lleva a recordar que los filósofos europeos
no se preguntaban si eran filósofos, por lo que a partir de ese momento deja de hacerse la pregunta
sobre si hacía filosofía o no, comprensión que motiva aún más su producción académica.
“[...] La universalidad más auténtica argumenta es aquella que surge de individualidades
diferentes”.
De esta manera, su formación filosófica y la afinidad que su pensamiento filosófico observa con la
historia es el punto de partida de la obra y la acción política de Zea. En ellas se encuentra presente
la preocupación por la búsqueda de los fundamentos y principios para la comprensión de la cultura,
y del desarrollo de un pensamiento latinoamericano propio. De la capacidad crítica para cuestionar
el porqué de la ambigüedad y ambivalencia del latinoamericano, por qué hablar de la yuxtaposición
de culturas y no de la asimilación de unas con las otras, tanto durante el Coloniaje como en el siglo
XIX.
Así como la no aceptación de algo como verdad, antes de encontrar los principios que lo justifiquen
o que lo fundamenten. Los fundamentos y principios se encuentran en el desarrollo de problemas,
como el señalado por Zea, sobre la conciencia de la yuxtaposición en la inteligencia
latinoamericana, cuando hace consideraciones sobre la conciencia de la
64
“[...] asimilación cultural de la que se deriva el perfil identitarios de la cultura
latinoamericana propiamente dicha [...]”.
“[...] Cultura que en vez de desdibujarse toma cuerpo expresando su identidad”.
O cuando analiza nuestra identidad cultural y encuentra que es:
[...] complicada y original. [Al resultar de la] experiencia de hombres en extraordinarias y
complicadas situaciones que, por serlo, viene a ser su original aportación a la historia, y a
la cultura del hombre. Del hombre en sus múltiples expresiones.
En el tratamiento de todas las cuestiones filosóficas, la historia la considera Zea, siempre
imprescindible.
Accionar político y académico de Zea
En este punto resulta fundamental mencionar la preocupación de Zea, con la que Ricardo Guerra
coincide, sobre lo relacionado entre la educación nacional y el desarrollo de cada país y de la región
en general. Es aquí donde demuestra su accionar político como intelectual comprometido y su
pluma creativa.
En 1966, siendo Zea el director de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM materializa uno
de sus proyectos,
65
[...] la preparación de investigadores y profesores, no lo mexicanos sino venidos de todos
los puntos cardinales del Continente, quienes al concluir sus cursos se reintegran a sus
países de origen para enseñar diversas disciplinas relacionadas con el estudio de
Latinoamérica
Se funda el Centro de Estudios Latinoamericanos donde la carrera de Estudios Latinoamericanos
inicia en 1967. Leopoldo Zea logra integrar un grupo de profesores de diversas especialidades, esta
colaboración permite que el Centro ofrezca tres áreas de especialización: Filosofía, Historia y
Literatura, lo que resuena no sólo en América Latina, sino en los distintos continentes.
[...] En esta labor colaboraron profesores que ya trabajaban en estas materias en la Facultad
y otros que ya han participado en cursos sobre América Latina [...] y se atienden a
estudiantes en los niveles profesional y de grado. Ingresan a los Estudios Superiores
estudiantes de toda América Latina, de Estados Unidos, de Europa e inclusive de Asia.
Zea, además agrega
este Centro es una vieja idea que surge en 1945, cuando me fui en un viaje por toda América
Latina para escribir el libro que hoy lleva el título de El pensamiento latinoamericano [...].
En el año 1947 el Dr. Silvio Zavala, de la comisión de Historia del Instituto Panamericano
de Geografía e Historia, me pregunta por qué no proponía a este Instituto la creación de un
comité de Historia de las Ideas en América Latina, que permitiese coordinar las relaciones
que yo había encontrado en los países latinoamericanos y el Seminario que ya se ofrecía en
la Facultad [...] no obstante, lo permanente fue el Seminario a mi cargo, que me permitió
formar tanto a estudiantes mexicanos como de Estados Unidos y de América Latina,
interesados en estos temas [...].
El primer plan de estudios de la licenciatura toma como base las materias sobre América Latina
que son impartidas en la Facultad, en los colegios de Historia, de Filosofía y Letras Hispánicas,
formando entre 1966 y 1975 un grupo de cátedras sobre América latina, con el objetivo de
promover una visión especializada. Estas materias se integran de manera oficial al nuevo plan de
66
estudios que se aprobó en 1975. Siendo importante resaltar que, el diseño del primer plan de
estudios en 1966:
[...] permite formar una primera masa crítica de estudiosos dedicados a la región,
principalmente en los campos de la historia, de la cultura, la literatura, la filosofía y, de un
modo incipiente de los sistemas políticos y las sociedades de algunos países y regiones de
América Latina, como Brasil, Argentina, Chile, Centroamérica y el Caribe, principalmente
[...] contribuye de manera importante a enriquecer académicamente la vida universitaria,
tanto de nuestro país como del extranjero y [posteriormente] al plan de estudios de1975.
En 1973 el Centro de Investigaciones Latinoamericanas inicia la elaboración de un plan de estudios
que el Consejo Técnico de la Facultad de Filosofía y Letras aprueba en diciembre de 1975 y es
ratificado por el Consejo Universitario, con el propósito de conformar el Colegio de Estudios
Latinoamericanos para ofrecer la licenciatura en Estudios Latinoamericanos separada del posgrado.
El Colegio es creado el 24 de agosto de 1977. Opina Zea:
[...] el Colegio es la mejor forma de reconocer el éxito que han alcanzado estos estudios
[además afirma] que el joven quiere tener un conocimiento concreto sobre la realidad que
vive, la realidad nacional y como parte de ello, la realidad de la América Latina en la cual
está inscrita la realidad de nuestros países. Es nuestro pensar que el conocimiento de
América Latina es la mejor forma de integración latinoamericana. Se pretende lograrla por
medio de una educación que haga consciente al mexicano, argentino, brasileño, que son
integrantes de parte de una realidad común, que de forma conjunta tienen problemas y que
juntos los pueden solucionar [...].
Esta carrera sufre un reorganización, en la que incorpora nuevos conocimientos sobre América
Latina y, tal como señala Zea, para que se manifieste
67
“el propio modo de sentir lo que es América Latina. Se trata de que las disciplinas se
relacionen entre sí [...]. Todo se piensa como una gran unidad”.
En el plan de estudios de 1975 se reagruparon las materias del plan de estudios de 1967, se les “dio
una estructura y procuró articular los distintos campos disciplinarios”, se redujo el número de
materias obligatorias, y se conformó un bloque básico de “diez materia-semestre para ser cursadas
durante los dos primeros años y se establecieron áreas de interés obligatorias a cursar”.
Así, durante el primer y segundo semestre se imparte Geografía sica, Económica y Humana de
América Latina 1 y 2, respectivamente. En las áreas de materias obligatorias se incorporan el
estudio de regiones y de periodos históricos para hacer más sistemático el estudio de América
Latina, entre las que se encuentran: México, Centroamérica, Caribe, Área Andina y Cono Sur. El
interés por impartir un conocimiento geográfico interdisciplinario que contribuya a la formación
del latinoamericanista motiva a Zea a buscar la publicación de un texto en la década de 1980 que
cumpla con esas expectativas, y consigue la obra colectiva América Latina. Historia, sociedad y
Geografía coordinada por Gerhard Sandner y Hanns-Albert Steger que es publicada por la UNAM
en 1987.
Sin embargo, Zea no se conforma al conocer que en 1977 América Latina sólo tenía tres centros de
estudios latinoamericanos: el primero en América Latina, el Centro de Estudios Latinoamericanos
de 1966, y en Venezuela el Centro de Estudios Latinoamericanos “Rómulo Gallegos” y en la
Universidad Simón Bolívar de Caracas, el Instituto de Estudios Superiores sobre América Latina
creados en 1974. Al compararlos con los Estados Unidos, la diferencia resulta abismal. Para ese
entonces existían doscientos centros de estudios latinoamericanos, agrupados en la Latin American
Studies Association, (LASA).
Esta realidad impulsa a Zea a continuar con mayor afán su lucha por revertir esta situación y ser
congruente con su pensamiento filosófico. Para este motivo, participa en varias reuniones
internacionales como en la Reunión de Expertos en estudios de la Cultura Latinoamericana, en
Caracas, y en la Reunión de Expertos en estudios de Historia de las Ideas en América Latina. Aquí
Zea pide tanto a la UNESCO como a la OEA que soliciten a todos los gobiernos latinoamericanos
la obligatoriedad:
68
de la enseñanza de la historia, cultura y pensamiento de Latinoamérica en todos los niveles
de educación [...] y para lograr el cumplimiento de esta propuesta, crear centros o institutos
de estudios latinoamericanos en universidades o instituciones de educación superior,
encargadas de formar personal calificado para llevar a cabo [...] y considerar la experiencia
del Centro de Estudios Latinoamericanos de esta Facultad […]
Finalmente, Leopoldo Zea logra impulsar otro foro buscando concretar las propuestas de Caracas,
éste es el Simposio para la Coordinación y Difusión de los Estudios Latinoamericanos, evento que
se realien México en la Unión de Universidades de América Latina del 27 de noviembre al
de diciembre de 1978. Del simposio resulta la reafirmación de las propuestas de la Reunión en
Caracas, que forman parte de las recomendaciones del evento.
Se considera que las más importantes son: el enfoque interdisciplinario, la formación integral en el
contexto histórico, la unificación de las materias bajo el signo de la dependencia, y su destino
histórico. En palabras de Zea es
“[...] alcanzar una total independencia para lograr un mundo libre en el que los habitantes
de Latinoamérica sean dueños de su propio destino [...]”.
Otra recomendación estratégica resulta de establecer un instituto coordinador de los estudios
latinoamericanos, el cual redunda en la conformación del Centro Coordinador y difusor de Estudios
Latinoamericanos (CCYDEL) hoy Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe
(CIALC. También, recomienda la creación de dos sociedades cuyo propósito sería coordinar los
estudios latinoamericanos: la Sociedad Latinoamericana de Estudios sobre América Latina y el
Caribe (SOLAR), que funciona a nivel continental, con coordinación con sede en la ciudad de
México, para el integrada por el propio Leopoldo Zea, profesores de la licenciatura en Estudios
Latinoamericanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y profesores de la Facultad de
Ciencias Políticas y Sociales, quienes fungen como comisión para contribuir a la reglamentación
de la segunda asociación creada en esa reunión la Asociación Internacional de Estudios
Latinoamericanos y del Caribe, hoy Federación Internacional de Estudios de América Latina y el
Caribe (FIEALC), con un radio de acción que abarca el plano internacional y presenta una
presidencia rotativa a cargo de los subsecuentes organizadores de futuros encuentros.
69
Plan de estudios: la geografía en los estudios latinoamericanos
Al momento de hacer algunas consideraciones con respecto a la inserción de la Geografía en los
Estudios Latinoamericanos, es importante revisar –siguiendo las directrices de Zea– el contexto
histórico económico, político y cultural del periodo en que se inserta la lucha por convencer a los
distintos actores políticos de la conveniencia de sus proyectos, y de manera específica, en el que se
gesta la licenciatura de Estudios Latinoamericanos y su plan de estudios de 1975, a partir del cual
se incorpora la asignatura de Geografía, y del periodo que abarca el proceso de modificación de
este plan de estudios.
Contexto económico y político
Entre las condiciones económicas más importantes se encuentran las siguientes: en el
mundo, en la región Latinoamérica y de manera más específica en México, la economía
se desarrollaba con el modelo de sustitución de importaciones. Las industrias
transnacionales, con capital de origen se radicado en los llamados países industrializados,
se expandían.
El proyecto denominado Alianza para el Progreso promovía la expansión industrial, el
empleo de insumos industriales en el campo, el incremento y la diversificación de las vías
de comunicación y transporte, y la educación tecnológica. La urbanización es una marca
de la modernidad y, por tanto, la cultura urbano-industrial es la que domina,
desvalorizando cualquier manifestación cultural distinta a ella.
Las mayoría de los recursos de la economía mexicana en la década de los setenta se
originan de la renta petrolera, mientras que, la expansión industrial que conformaba parte
de la base de su crecimiento económico se desacelera. Para Romero, la crisis económica
de 1979 y los niveles de deuda externa mexicana son los hechos que vaticinan el inicio
del fin del modelo de sustitución de importaciones, y el comienzo del modelo de apertura
comercial bajo el cual se rige la economía mexicana desde la década de los ochenta.
70
La industrialización, la urbanización y la revolución verde impactan en la esfera social
con la conformación de nuevos grupos sociales, que se organizan de distintas formas, la
movilidad social permite el desarrollo de la llamada clase media; procesos con
repercusiones en el medio ambiente, puesto que contribuyen a la degradación y
contaminación de los recursos naturales, promoviendo el surgimiento de nuevas formas
de organización social en América Latina como los movimientos ecologistas, aunque de
manera muy incipiente.
En el contexto político, destacan: la Guerra Fría; la independencia política de las colonias
europeas en África y Asia; la incorporación a la esfera socialista de países asiáticos,
africanos y el emblemático caso de Cuba en el continente americano; el resurgimiento de
la socialdemocracia, así como la variada expresión de diversos movimientos (por los
derechos humanos, por la libertad de expresión, por la libertad política).
En este periodo también destacan la presencia del movimiento obrero y sus
reivindicaciones; la lucha por la tierra; la política de seguridad nacional de los Estados
Unidos de América con Latinoamérica como región de influencia económica, y así el
desarrollo de las organizaciones regionales militares en defensa de la “libertad” y el
nacimiento de los Estados llamados de excepción o de seguridad nacional en el cono sur.
En este contexto económico y político que nace en 1966 el Centro de Estudios
Latinoamericanos, y en 1977, tanto del Colegio de Estudios Latinoamericanos como del
CCYDEL. Asimismo, es el contexto de los dos primeros planes de estudio de la
licenciatura en Estudios Latinoamericanos. Dentro de la currícula del segundo plan de
estudios de esta licenciatura, se incorporan las asignaturas de Geografía Física, Económica
y Humana 1 y 2 para ser impartidas como cátedras obligatorias durante los semestres non
y par, respectivamente, del primer año de la licenciatura, en vista de la importancia que el
conocimiento del espacio geográfico tenía en ese periodo histórico para la formación del
latinoamericanismo.
Por otro lado, los conocimientos geográficos necesarios para la licenciatura en Estudios
Latinoamericanos se relacionan con el desarrollo de la Geografía en México durante esas
71
décadas, dominando una visión geográfica que partía precisamente de la definición y de
los principios de De Martonne, que sustentaba la licenciatura en Geografía de esas décadas
dirigida por el Dr. Jorge A. Vivó:
la Geografía como el “estudio de los hechos y fenómenos físicos, biológicos y
humanos que suceden en la superficie terrestre”, con principios como son
localización, extensión, distribución, causalidad y relación. De aquí que, la
asignatura se denominara Geografía Física, Económica y Humana 1 y 2.
La temática incluida en el curso consistía en: características generales de América Latina,
que identificaban el espacio geográfico como un espacio geométrico, con límites,
extensión y configuración, y su división político-administrativa. En el área de la Geografía
Física se describían las características naturales del espacio tanto físicas como biológicas;
la Geografía Económica identificaba el uso de los recursos naturales y el
acondicionamiento de los llamados obstáculos naturales, por medio de las actividades
económicas (primarias, secundarias y terciarias) y en función de la productividad y de los
flujos comerciales; y en Geografía Humana, se establecían las diferentes características
de la dinámica, distribución y mínimos de bienestar de la población de cada región
latinoamericana.
Esta forma de concebir a la Geografía presentaba el riesgo de terminar siendo sólo en un
estudio descriptivo sin llegar al análisis. Esto motiva entre los años 1980-2003 el
establecimientos de cambios en el plan de estudios, en virtud de los cambios en el contexto
económico y político sucedido en los años de 1980 y 1988.
72
Capítulo 7
Filosofía de la cultura
Uno de los tópicos donde Leopoldo Zea sustenta su praxis filosófica lo fundamentan sus reflexiones
sobre la cultura de los pueblos de nuestra América, para lo que despliega una amplia, fecunda y
profunda labor interpretativa que permite identificarlo como forjador de la filosofía de la cultura
latinoamericana. Lo anterior se sustenta con base en su recurrencia en el uso del concepto mismo
de cultura que lleva a reconocerla como contenido central en la formación del hombre en general,
y del estudioso latinoamericano en particular, al conceptualizarla de la manera siguiente:
[...] Cultura es cultivar, esto es formación, conformación. Algo que hace el hombre por
mismo, en la inevitable relación con sus semejantes. La cultura es lo que sus semejantes
hacen, realizan, creando a su vez el horizonte de posibilidades de la misma […]
Las reflexiones de Zea, sobre cultura ocupan un gran abanico de tópicos que van desde la
determinación de su origen, consustancial a la actividad de todos los seres humanos cuyos
intercambios son el origen de la riqueza y de la pluralidad de sus manifestaciones. El
reconocimiento de su carácter circunstancial, con él logra explicar la existencia de tipos de cultura.
La determinación de sus roles pedagógicos y sociales, etcétera.
Con base en esta concepción de las creaciones humanas, justifica la existencia de la cultura
latinoamericana, a la que busca dinamizar. Su original práctica de pensador latinoamericanista
presenta como punto de partida su acertado diagnóstico sobre la crisis cultural que experimentan
los países occidentales –y persiste– ante la evidente caída de sus valores propalados como
universales, con el propósito de promover su superación con los aportes de las creaciones de las
sociedades latinoamericanas, al afirmar:
73
[...] con el fin de la segunda guerra y los problemas que ésta origina en su pensamiento y
filosofía, resurgir el problema de la posibilidad o existencia de una cultura originalmente
latinoamericana [...] América y Europa se encontraban ahora en el mismo plano en la
situación de tener que hacer o rehacer su cultura [...] Ahora, tanto los europeos como los
americanos tenían que ocuparse en apuntalar las bases de una cultura que fuese menos frágil
que la que hasta ayer parecía eterna. Europeos y americanos tenían que partir, no de cero,
sino de las propias y concretas experiencias para no volver en repetir errores, ni crear nuevos
espejismos.
Así, logra promover la pertinencia de forjar una cultura fundamentada en experiencias, ideas y
creencias propias, para
“[...] completar la empresa de la emancipación política con la de la libertad por la cultura
[...]”,
reconoce no sólo la pluralidad sino también la existencia y fomento del multiculturalismo por la
dinámica de la autonomía cultural y como resistencia a la homogenización de la cultura occidental.
En la codificación que hace del concepto cultura, se vislumbra la amplitud de significados que Zea
le otorga, le asigna funciones educativas, y al ubicar su origen como consustancial a la actividad
de todos los seres humanos donde se evidencia su universalidad. Claramente reconoce la
historicidad connatural de toda la creación humana, motivo por el cual sugiere la existencia de tipos
de cultura, con base tanto en criterios geográficos como políticos, económicos o educativos, etc.,
así que para sustentarlo recurre a una amplia cantidad de expresiones, con las que conjuga el
término cultura.
De esta forma, en sus obras abundan las frases donde ilustra el papel de la cultura como articuladora
de las categorías que iluminan la persistente creatividad humana, entre ellas: cultura americana,
cultura brasileña, cultura europea, cultura latinoamericana, cultura marginal, culturas nómadas y
sedentarias, cultura occidental, culturas superpuestas, acervo cultural, campo cultural, conflictos
culturales, convergencia cultural, difusión cultural, encuentros culturales, estratos culturales,
74
impronta cultural, instituciones culturales, interpretación cultural, mestizaje cultural, modelos
culturales, orden cultural, preocupaciones culturales, problemática cultural, proyectos culturales,
realidad cultural, tradiciones culturales, unidad cultural, valores culturales, yuxtaposición cultural.
El interés de Leopoldo Zea no radica en sustanciar cada una de las anteriores expresiones, sino en
utilizarlas para destacar la importancia asignada al término cultura como herramienta de análisis
filosófico y fundamento para resurgir la añeja tradición en América Latina, por lo que plantea:
¿Existe la posibilidad de una cultura latinoamericana? A mediados del siglo XX, igual que
hace cien años atrás, los latinoamericanos, en un nuevo afán por descubrir y establecer su
identidad, volverán a plantearse el problema de la existencia o posibilidad de una cultura
latinoamericana... Martí, Rodó, Vasconcelos con otros pensadores forjaron la generación
que se empeñó en revisar los supuestos de la emancipación cultural de que hablaban los
Sarmiento, Alberdi, Lastarria, Bello, Montalvo, Mora y otros a mediados del siglo XIX.
Estas ideas se encuentran contenidas en su libro El pensamiento latinoamericano (1965) que
expone con claridad la pertinencia de profesionalizar el estudio de las creaciones de las sociedades
de nuestra América, que dos años después se harán realidad con el establecimiento de los Estudios
Latinoamericanos en sus niveles de licenciatura, maestría y doctorado, para enriquecerlas, “[...]
cosechando ideas y creencias propias”.
En virtud de lo pertinente de potenciar la cultura latinoamericana, su estudio es anclado también
en la autoconciencia de la marginalidad en que han vivido las sociedades latinoamericanas, por lo
que respalda el conocimiento de las tradiciones americanas considerando la asimilación de los
valores y frutos de la cultura occidental y de su historia.
Leopoldo Zea osa sistematizar el análisis y promoción de la cultura latinoamericana con base en
su práctica latinoamericanista que despliega como funcionario del gobierno federal, como director
de la Facultad de Filosofía y Letras (1965-1969) o como responsable de difusión cultural durante
el breve rectorado de Pablo González Casanova (1970-1972) en la UNAM.
75
En consecuencia, se puede señalar, que, a partir de su concepción de la cultura como contenido
imprescindible en la formación de los seres humanos, las características y papeles que asigna al
estudio de la cultura latinoamericana.
Papeles sociales
La cultura como toda creación humana, debe concebirse como pilar y fuente de la
existencia de cualquier sociedad, consecuentemente, sus funciones sociales le son
connaturales, por lo que no solamente ha servido para hacer una lectura de la realidad,
para expresar las circunstancias de las comunidades, sino para demostrar las relaciones de
dependencia, sujeción e incluso de marginación, pero también como promotora de
liberación.
Una de las principales preocupaciones intelectuales que manifiesta Leopoldo Zea están
orientadas a explicar las circunstancias latinoamericanas, las que radiografía en los
términos siguientes:
La cultura en América porta en sus entrañas una serie de formas culturales que ha
ido asumiendo al estar en relación con pueblos que, por varias circunstancias
históricas, han entrado en contacto con ella. Formas culturales que son, a la vez,
expresión de situaciones y actitudes humanas tan diversas, que puestas las unas al
lado de las otras resultan contradictorias. Contradicción que origina esa
sobreposición de culturas que parece ser una de las principales características de la
cultura en esta América. Se habla de sobreposición porque es precisamente lo
opuesto de la asimilación cultural. Sobreponer es poner, sin alteración, una cosa
sobre otra, aunque éstas sean distintas y contradictorias, o una cosa al lado de la
otra; lo contrario, asimilar es igualar, hacer de cosas distintas una sola. La
sobreposición preserva los conflictos propios de lo diversamente sobrepuesto, la
asimilación los elimina.
76
En el proceso de esclarecimiento de la sobreposición cultural sufrida por las sociedades
latinoamericanas, durante la occidentalización, indica que sus creaciones han sido
consideradas como elementos subculturales e inclusive se ha usado la administración y
difusión cultural como mecanismo de subordinación:
[...] instrumento para la creación de los hábitos, costumbres, anhelos y sueños que
se necesitan para que el subordinado acepte y refrende su subordinación, y para
crearle, además, la conciencia de que el que rechaza está rechazando lo que se
considera propio [...].
El trabajo de Leopoldo Zea se orienta a mostrar las causas de dependencia de la cultura
latinoamericana, cuya comprensión forja la impronta de su superación, debido a esto sugiere
que la respuesta a la cultura encubridora, por dominante y excluyente, se le contrarreste con
una cultura de la liberación:
“[...] Tan peculiar es la cultura que preocupa a los hombres de la región que trataron
de completar la hazaña de la emancipación política con la de la libertad por la cultura
[...]”.
Así, el papel liberador de la cultura resulta una lógica consecuencia de su promoción, de la
asimilación de su pasado. Al respecto, Leopoldo Zea sustenta:
La cultura de un pueblo, o reunión de pueblos, es la que otorga sentido a sus
múltiples expresiones, a su historia y a los proyectos que se derivan de esa historia.
Cultura viene de cultivo, en otras palabras, es dar sentido al pasado y en el presente
preparar el futuro de los hombres y pueblos [...]
La historia de la cultura muestra lo que han sido los pueblos partiendo de los que
han querido ser, enfrentando la realidad que ha de ser sometida a tales proyectos. La
cultura es esencialmente liberadora de los obstáculos que impiden a los hombres y
77
pueblos lograr sus proyectos. La cultura en América está impregnada de este carácter
liberador […].
Extensión cultural
Partiendo de sus responsabilidades universitarias, desarrollatoda una teoría sobre el
extensionismo cultural, destacando las virtudes educativas de llevar la cultura a la
sociedad. Indica que, tanto la enseñanza como la investigación y la difusión son
ineludibles tareas para la formación de hombres, por ende
“[...] la difusión cultural viene a ser amable complemento, un bálsamo, dentro de
una actividad que requiere del individuo toda su atención e interés [...]”.
Tal concepción de la difusión cultural implica una espléndida y fina crítica a la manera
tradicional de fomentarla, de realizar actividades para selectos públicos, excluyendo a las
masas y a quienes en los años setenta promueven, como parte de los proyectos populistas,
organización de eventos como folclore, negándoles manifestaciones de cultura refinada.
Para Zea, lo importante del papel educativo de la difusión cultural estriba en llevar
extramuros mensajes formativos, con los cuales ayudar a su enriquecimiento. Como prueba,
se tienen sus propias palabras:
[...] Habrá que llevar al pueblo todo el amplio mundo de la cultura para que los
individuos que lo conforman seleccionen de ella lo que consideren propio. No
olvidando que es de la capacidad de esta amplia difusión de la cultura entre el pueblo
que depende, al mismo tiempo, la capacidad de expresión cultural del mismo.
La cultura, se dice, que es la expresión más alta de la esencia de un pueblo, la
expresión de la genialidad de sus individuos. Al pueblo es necesario llevar lo que es
78
del pueblo, tanto los aspectos determinados de su cultura como pueblos concretos,
como los que expresan la totalidad de los pueblos: la Humanidad.
La asimilación de esta cultura es, a su vez, el abono de la afloración de nuevas
expresiones de la cultura dentro de una infinita tarea que sólo podrá terminar con el
agente concreto de la misma, el hombre, el individuo.
Los productos concientizadores y orientadores de la cultura es necesario hacerlos llegar a
todos los miembros de la sociedad.
Considerando la cultura, el mecanismo mediante el que el hombre enfrenta y supera los
obstáculos para desarrollarse y alcanzar su máxima expresión, deben difundirse todas sus
manifestaciones, tanto los contenidos de las llamadas culturas refinadas o populares, como
la universal y local, con el objetivo de que los hombres cuenten con posibilidades de
elección en ese amplio horizonte de creatividad, de acuerdo con sus filiaciones, con su
personalidad, con sus necesidades.
Pluralidad cultural
En la labor de Leopoldo Zea se observa el uso de distintos tipos de cultura, entendidos
como producto de las condiciones y ordena con criterios lógico-deductivos, yendo de lo
general a lo particular, puesto que hace referencia a la cultura universal, regional, nacional;
por medio de ponderaciones geográficas: europea, latinoamericana, brasileña; debido a la
naturaleza de sus tradiciones: occidental u oriental; o por los roles sociales: dominante o
marginal y de élite o popular, etcétera.
El reconocimiento de la pluralidad cultural la explica Zea fundamentándose en las
funciones sociales de las creaciones humanas, por lo que la comprensión de su historicidad
lo conduce a plantear como esencia de la cultura su carácter instrumental, toda vez que
posibilita:
79
[...] la asimilación del mundo, su dimensión pasada y presente para hacer de ella el
punto de partida para la creación de su futuro; asimilando este mundo,
racionalizarlo, tanto en sus dimensione nacionales como universales [...].
Mestizaje cultural
Otra singularidad de las sociedades americanas radica en la riqueza de sus
manifestaciones, originadas de las condiciones históricas como se ha conformado, del
proceso de mestizaje. Este fenómeno social en América Latina resume la asimilación e
integración de distintas experiencias culturales, con variadas implicaciones, según lo
consigna el principal promotor de nuestro filosofar:
Este mestizaje, basado en la utopía, se ha llevado a cabo en la América Latina
partiendo de la actitud del conquistador y colonizador de la región, del español que
portaba ya dentro de el mestizaje racial y cultural que la conquista y dominio moro
impusieron a la Península Ibérica a lo largo de ocho siglos.
La intolerancia religiosa y cultural, fundamento de la arrogancia del conquistador y
del colonizador, acabó siendo superada por el espíritu que ya había permitido a los
conquistadores y colonizadores asimilar la conquista por ellos mismos sufrida.
Así, a la raza y cultura primitivas del continente Americano se sumó la de los
conquistadores y colonizadores y a ellas las raza y cultura africana de hombres
desarraigados de su tierra para satisfacer la ambición del conquistador ibero. A estas
mezclas también se sumaron las de las razas de culturas de otras regiones de la tierra
[...].
80
Precisamente, fundamentándose en la asimilación de este mestizaje cultural es como
Latinoamérica puede participar en el enriquecimiento de la llamada cultura universal,
construyendo un nuevo universalismo, que trascienda la visión dominante del
exclusionismo occidental y cediendo paso a la posición incluyente de todas las
manifestaciones culturales existentes en el mundo.
Multiculturalidad
Si la cultura de América Latina se caracteriza por su mestizaje, como efecto de cierta
asimilación, también le singulariza el multiculturalismo, consecuencia de la autonomía
cultural de nuestras colectividades, de su resistencia a la homogeneización y a la falta de
integración a la occidental. Tal reciedumbre sucede por la acción de la conquista cultural
europea, que pretender borrar más que asimilar a las culturas dominadas. Para Leopoldo
Zea la persistencia de manifestaciones culturales autóctonas, las cuales exhiben el
multiculturalismo de nuestros pueblos, simplemente porque expresan a sus creadores,
configurándose en la historia de cada pueblo.
De esta manera, se evidencia en la obra de Leopoldo Zea su reconocimiento a la existencia
de distintas manifestaciones culturales en América Latina, perspectiva que contribuye a
promover su conocimiento como parte esencial para posibilitar una mayor comprensión
de nuestra realidad.
Así, se erige como pionero del multiculturalismo. Fundamentándose en las reflexiones
esbozadas sobre estos rasgos de la cultura latinoamericana, para sustentarse su concepción
con una visión humanista, al erigirla en la manifestación humana por antonomasia, por ser
constitutiva y expresión de la humanidad de cada sociedad, de manera que, ubica como
componentes de las distintas expresiones artísticas al teatro, la literatura, el cine, aunque
también a la ciencia, la técnica, el mundo de la política, la economía, la filosofía, etc.
Es decir, cualquier acto de creación o transformación espiritual como material lo califica
producto cultural. La fundamentación de la filosofía de la cultura latinoamericana que
81
sistematiza se origina de su apreciación de que la filosofía, como parte de la cultura, tiene
responsabilidades ineludibles:
La conciencia filosófica ha devenido[...] en expresión de madurez cultural. La
madurez de la cultura griega se patenta en los grandes sistemas de Platón y
Aristóteles. La Edad Media, la Cristiandad, consiguen la conciliación de su doble
raíz cultural –greco-cristiana– en la filosofía de Tomás de Aquino. La Modernidad
patentiza su creciente madurez cultural en los grandes sistemas filosóficos [...].
Los saldos del análisis de la filosofía de la cultura latinoamericana del filósofo mexicano
son diversos: él fundamentó la promoción de la creatividad latinoamericana, para
concretar la participación en el forjamiento de la cultura mundial, que no será sino el
desdoblamiento y reconocimiento del multiculturalismo, el reconocimiento de la
pluralidad cultural, fuente para el enriquecimiento y surgimiento de la cultura de todos,
por cuanto incorpore las elaboraciones de todas las sociedades. Esa concepción la
incardinó como basamento y parte de la razón de ser de los estudios latinoamericanos
82
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ISBN: 978-612-49240-8-8
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